Distinguidos miembros de la comisión, damas y caballeros:

La labor que se les ha solicitado es extremadamente ardua. Las complejas características de la obesidad infantil hacen de ella un problema especialmente pertinaz. Los aspectos científicos que entraña también son complejos. Para entrelazar las diversas hebras de diferentes líneas de estudio se requiere gran destreza.

Los temas que es necesario abordar son numerosos, están interrelacionados y, en algunos casos, presentan una fuerte carga política y económica. Ninguna intervención aislada o unidireccional dará resultado.

Muchos de los factores que contribuyen a la obesidad infantil o dificultan su prevención se hallan en sectores ajenos al de la salud. Persuadir a esos sectores para que incorporen cuestiones sanitarias a sus mandatos no resulta fácil, aunque las experiencias que hemos acumulado en el control del tabaco demuestran que es posible. Las pruebas concluyentes ayudan, en especial cuando se traducen en una serie de alternativas de políticas factibles.

Jamás olviden la importancia de la labor que están realizando. La labor de esta comisión crea una valiosa oportunidad para proporcionar información científica de última generación, respaldada por su autoridad y sus recomendaciones, a los responsables de la formulación de políticas.

He solicitado a la Comisión para Acabar con la Obesidad Infantil que examine detenidamente la información científica más avanzada y reciente. Les he propuesto el desafío de abordar el grave problema de la obesidad infantil desde una nueva perspectiva.

Dado que los avances logrados hasta la fecha son fragmentarios y por completo insuficientes, hice hincapié en la importancia de aportar enfoques novedosos. El informe provisional fue una respuesta excelente a todas esas solicitudes.

Ese informe despejó el panorama y resolvió controversias en varias esferas. Permítaseme mencionar algunas que me parecen especialmente importantes.

Ustedes expusieron las razones que llevan a considerar el tema de la obesidad infantil y realizaron el seguimiento de los beneficios indirectos que esa perspectiva ofrece a la sociedad en general. También mencionaron pruebas de que las consecuencias sanitarias negativas de la obesidad infantil pueden persistir aunque se logre un peso normal en la edad adulta. En otros términos, la obesidad infantil puede dejar una impronta permanente. ¿Quién podría querer que una persona adquiera una discapacidad permanente en una etapa tan temprana de la vida?

Ustedes adoptaron un enfoque de ciclo vital como vía innovadora para hacer frente a un riesgo que tiende a ser transgeneracional. Percibieron que personas en diferentes etapas de la vida necesitan conjuntos de intervenciones específicas, coordinadas, que deben aplicarse sucesivamente, con un efecto acumulativo.

La adopción de ese enfoque dio lugar, además, a algunas observaciones sorprendentes. Por ejemplo, que algunos niños van en camino a la obesidad desde el día en que nacen, o incluso antes de nacer, como lo demuestran diversas pruebas incipientes.

Ustedes introdujeron algunos nuevos conceptos. Riesgos antes considerados genéticos o adquiridos pueden ser una combinación de ambas categorías. Esto es importante porque algunos cambios epigenéticos pueden modificarse o revertirse a través de intervenciones apropiadas.

Ustedes pusieron de manifiesto la magnitud del problema al hacer hincapié en la necesidad de adoptar un enfoque pluridimensional que incluya la participación de múltiples sectores distintos del de la salud. No basta con ocuparse del entorno obesogénico, pero para que un enfoque sea eficaz debe indefectiblemente abordar dicho entorno.

Ustedes hicieron sonar la alarma una y otra vez. La obesidad infantil puede reducir los beneficios que el progreso social y económico trae consigo. Debe admitirse que la obesidad infantil constituye un riesgo significativo y apremiante para la salud, de importancia para todos los países. Los Gobiernos deben ir a la vanguardia en la consideración de este problema.

Ustedes identificaron el grupo de países que corre mayor riesgo: los que atraviesan procesos de transición socioeconómica y nutricional acelerada, en los cuales las intervenciones eficaces, si es que existen, suelen ser fragmentarias.

Ustedes pusieron las cosas en perspectiva. Identificaron numerosos factores que ayudan a explicar por qué la prevalencia de la obesidad en los recién nacidos, los niños y los adolescentes va en aumento en todos los países, pero destacaron un factor contributivo especialmente generalizado: la comercialización globalizada de alimentos y bebidas nocivas para la salud. De hecho, describieron las pruebas sobre el impacto de ese factor como “inequívocas”, lo que constituye otra conclusión esclarecedora.

Ustedes señalaron el papel más destacado que están cumpliendo las políticas sobre alimentos, comercio e inversión, así como los acuerdos sobre agricultura.

Recordaron a todos que un progreso genuino depende de que se establezca una colaboración constructiva y transparente con el sector privado y de que se fomenten políticas que respalden la producción de alimentos más saludables.

Pero también formularon una advertencia: es improbable que las iniciativas voluntarias sean suficientes. El éxito de los programas de reducción de la comercialización de alimentos y bebidas insalubres requiere el respaldo de enfoques reglamentarios y legales.

Como se señaló, el impacto de las medidas tributarias en el comportamiento del consumidor está ampliamente demostrado en las evidencias.

Ustedes incluyeron opciones de políticas innovadoras tales como el establecimiento de zonas en torno a los colegios para limitar la venta de alimentos y bebidas insalubres.

Finalmente —y quizá lo más importante— ustedes definieron una responsabilidad moral y establecieron sobre quién debe recaer. El niño no puede controlar ninguno de los factores que causan la obesidad.

La obesidad infantil no surge de estilos de vida escogidos por el niño, sino de entornos creados por la sociedad y respaldados por políticas públicas. El argumento de que la obesidad es el resultado de estilos de vida escogidos por cada persona, que suele usarse para eximir enteramente a los Gobiernos de su responsabilidad de intervenir, no puede aplicarse a la obesidad infantil.

Como se señala en el informe, esta singular conclusión hace recaer sobre todas las sociedades la responsabilidad moral de actuar a favor del niño para reducir el riesgo de la obesidad a través de diversas acciones.

Esa, a mi juicio, es una de las conclusiones más contundentes de la comisión.

Señores miembros de la comisión:

El informe provisional sentó las bases para una consulta pública, que ya se ha realizado. Somos plenamente conscientes de las dificultades y de la presencia, en algunos casos, de opiniones divisivas que por cierto salieron a la luz durante la consulta pública.

La tarea que ahora tienen ante ustedes consiste en transformar la información científica y las ideas nuevas más acertadas en recomendaciones adicionales y opciones de políticas. Es necesario que sus recomendaciones estén en consonancia con la magnitud de la crisis y cuenten con las máximas posibilidades de éxito en diversos contextos.

En los próximos meses, los grupos de trabajo ad hoc pueden seguir proporcionando respaldo técnico a la comisión, en la medida en que sea necesario.

En la Asamblea Mundial de la Salud celebrada en mayo, el logro de un acuerdo sobre la manera en que la OMS debería trabajar con actores no estatales fue uno de los temas más arduos en una sesión especialmente difícil. En particular, cuando se interactúa con la industria, hay dos “líneas rojas” que no deben cruzarse, tal como he subrayado repetidamente.

La opinión de la industria no debe pesar en ninguna medida en las directrices técnicas elaboradas por la OMS, y la industria tampoco debe participar en la formulación de políticas de salud pública. En ambas esferas suelen surgir conflictos de intereses, y ambas deben ser preservadas de la influencia de industrias con intereses creados.

La lucha contra la obesidad guarda relación con múltiples industrias, incluida la de los deportes. Debemos fijar los objetivos adecuados, a lo cual contribuye el informe provisional.

Los mayores perjuicios emanan de la comercialización de bebidas sin alcohol ricas en azúcar y de alimentos ultraprocesados, muy calóricos y pobres en nutrientes, que suelen ser los más baratos y más fácilmente disponibles, en especial en las comunidades más pobres.

Como se señala en el informe, esas industrias tratan de lograr acuerdos voluntarios y se oponen rotundamente a los enfoques regulatorios. Ambas industrias son poderosos operadores económicos, y el poder económico se traduce fácilmente en poder político.

Déjenlas formular sus promesas. Reciban de buen grado sus propuestas de reformulación de sus productos. Luego vigilen celosamente y háganlas responsables de lo que en realidad suceda.

Ese es el enfoque que están siguiendo algunos países. Dar a esas industrias cuerda suficiente para ahorcarse si no cumplen los acuerdos voluntarios y los códigos de comercialización. Pero no podemos excluirlas desde el comienzo sin concederles una oportunidad.

Señores miembros de la comisión:

Me siento sumamente complacida por el progreso logrado hasta la fecha, y agradezco profundamente su brillante labor.

Espero con interés el informe siguiente, que servirá de base para una ronda final de consultas que tendrá lugar durante el segundo semestre de este año.

Gracias.