Excelentísimos Ministros, Excelencias, estimados colegas y amigos,

La pandemia de COVID-19 no ha dejado indemne a ningún país y nos ha dado a todos una lección de humildad.

A menudo se dice que las enfermedades no conocen fronteras. Que no les importan nuestras diferencias políticas y no tienen en cuenta las líneas que trazamos entre la salud y la economía, las vidas y los medios de vida.

La pandemia de COVID-19 las ha desbaratado todas.

Ha explotado las desigualdades de nuestros sistemas de salud y los cismas en nuestras sociedades. Ha expuesto las inequidades existentes, ensanchando y profundizando las grietas entre nosotros.

Esta pandemia inédita en este siglo nos ha dado una lección crucial: en materia de salud, nuestros destinos son interdependientes.

El virus ha hecho tambalear los sistemas de salud de algunas de las naciones más ricas del mundo, mientras que algunos países de modestos recursos le han hecho frente con eficacia.

Sabemos que, cuando los países adoptan un enfoque integral basado en medidas básicas de salud pública —buscar, aislar, hacer pruebas, tratar a los casos y rastrear y poner en cuarentena a los contactos—, el brote puede controlarse.

Sin embargo, en la mayor parte del mundo, el virus no está controlado y la situación está empeorando.

Ya se han notificado más de 11,8 millones de casos a la OMS y se han perdido más de 544 000 vidas.

Y la pandemia sigue acelerándose.

El número de casos se ha duplicado en las últimas seis semanas.

Desde que comenzó este brote, los países, encabezados por heroicos trabajadores de la salud, han trabajado día y noche para salvar vidas.

Nunca olvidaré las imágenes de trabajadores de la salud salvando vidas durante guardias interminables, arriesgando la suya propia. Trabajan tantas horas que en sus rostros quedan impresos las marcas y los moretones que dejan las mascarillas. La pandemia se ha llevado la vida de muchos trabajadores de la salud.

Estas imágenes han conmovido también a nuestros colegas de la Secretaría de la OMS, que trabajan incansablemente para coordinar la respuesta mundial, proporcionar orientación científica y técnica basada en pruebas y catalizar la investigación. Muchos de mis colegas me han dicho que se sienten motivados por el trabajo en primera línea de los profesionales de la salud, que luchan día y noche arriesgando sus vidas. Por eso nosotros, en la OMS, también trabajamos día y noche.

Todo el mundo está luchando con uñas y dientes contra el virus. Aun así, se han perdido muchas vidas.  

Además, los efectos de la pandemia sobre la salud van mucho más allá del sufrimiento causado por el propio virus.

Se están destruyendo muchos de los logros que hemos obtenido en la lucha contra algunas de las enfermedades más devastadoras del mundo.  

Cientos de millones de niños corren el riesgo de no ser incluidos en la vacunación sistemática contra la tuberculosis, las enfermedades diarreicas, las neumonías, el sarampión, la poliomielitis y el cólera, entre otras enfermedades, y muchos países se están quedando sin medicamentos contra la infección por el VIH.

Los refugiados, que adolecen de un acceso limitado a viviendas adecuadas, agua, nutrición, saneamiento y servicios de salud, son uno de los grupos más vulnerables frente a la pandemia. La COVID-19 podría empujarlos al abismo. 

Además, en todo el mundo, tanto en los países ricos como pobres, hay muchas más personas que pasan hambre. Ahora la pobreza se hace más visible. Según las estimaciones del Programa Mundial de Alimentos, la cifra de personas que pasan hambre podría aumentar hasta más de 270 millones. No son números: son personas.

En su lucha contra esta amenaza sin precedentes, los países deben realizar un ejercicio complejo: han de proteger a su población y mantener los servicios de salud esenciales al tiempo que reducen al mínimo los daños sociales y económicos y garantizan el respeto de los derechos humanos.

No hay soluciones fáciles. No hay atajos.

Sin embargo, algunas naciones han logrado controlar el virus. Debemos aprender de su experiencia y seguir su ejemplo.

Como comunidad internacional, debemos aprender tanto de los frutos de los esfuerzos de lucha contra el virus como de los problemas causados por esta calamidad que afecta a todo el planeta.

Ha quedado dolorosamente claro que la mejor defensa contra las emergencias sanitarias es un sistema de salud fuerte. Un sistema de salud fuerte es un sistema de salud resiliente.

Por ese motivo, los gobiernos nacionales y locales deben invertir en la preparación y en las funciones esenciales de salud pública.

La cobertura sanitaria universal es indispensable para nuestra seguridad sanitaria mundial colectiva. La respuesta es la salud para todos, el sello de la OMS desde hace más de 70 años.

Con cada brote registrado en nuestra historia reciente hemos aprendido a protegernos mejor y el mundo ha hecho algunos progresos en la preparación ante las pandemias. No obstante, es evidente que nos queda mucho trabajo por hacer.

Durante años, muchos de nosotros advertimos de que era inevitable que apareciera una pandemia respiratoria de dimensiones catastróficas. Lo advirtieron personas del sector de la salud y de otros ámbitos, y también nuestros líderes.

La cuestión no era si iba a suceder, sino cuándo ocurriría.

Aun así, a pesar de todas las advertencias, el mundo no estaba preparado.

Nuestros sistemas no estaban preparados.

Nuestras comunidades no estaban preparadas.

Nuestras cadenas de suministro se desmoronaron.

Ha llegado la hora de reflexionar con total honestidad.

Todos debemos mirarnos al espejo: la OMS, cada Estado Miembro y todos los que participan en la respuesta. Todos.

Estamos inmersos en la mayor batalla de nuestras vidas y estamos obligados a hacerlo mejor. No solo ahora, sino en el futuro. Porque estas amenazas no van a cesar nunca; lo más probable es que sean cada vez mayores. Pero todo está en nuestras manos, porque nosotros tomamos las decisiones.

Tenemos que examinar el funcionamiento de nuestros sistemas nacionales de vigilancia y respuesta, el modo en que informamos a nuestras comunidades y el grado en que nos ganamos su confianza, nuestra forma de gobernar y la adecuación de nuestra estructura sanitaria mundial al fin que perseguimos. Todas estas cuestiones son muy importantes, pero todavía lo es más preguntarnos si estamos preparados para hacer una reflexión sincera, todos y cada uno de nosotros. ¿Estamos listos para asimilar estas grandes lecciones? ¿Estamos verdaderamente dispuestos a aprenderlas?

En mayo, el mundo se reunió en la primera Asamblea Mundial de la Salud virtual.

Un total de 194 Estados Miembros aprobaron una resolución histórica en la que se reconoció la función de liderazgo de la OMS y la de coordinación del sistema de las Naciones Unidas en la respuesta integral a nivel mundial.

En esta resolución se instó a los Estados Miembros a implicar a todas las instancias gubernamentales y a toda la sociedad para que la respuesta mundial sea más coherente, justa y eficaz.

Se hizo también un llamamiento a favor de la distribución justa de las vacunas, las pruebas diagnósticas y los tratamientos.

En línea con nuestra petición de que se realizara un examen ulterior, los Estados Miembros acordaron que la OMS debía iniciar una evaluación independiente y exhaustiva de las enseñanzas aprendidas de la respuesta internacional a la COVID-19.

Este es un momento de reflexión individual para observar el mundo en el que vivimos y encontrar formas de fortalecer nuestra colaboración mientras trabajamos juntos para salvar vidas y controlar la pandemia. 

Nuestra generación goza de una oportunidad única para demostrarnos los unos a los otros que juntos podemos ser más grandes que la suma de nuestras partes.

La magnitud de esta pandemia, que ha afectado a prácticamente todo el mundo, merece sin duda una evaluación a la altura de las circunstancias: una evaluación honesta.

Este informe no es un documento como cualquier otro que se redacta por obligación y se abandona en un estante para acumular polvo. Nos lo estamos tomado muy en serio. Tenemos que aprender de verdad y debemos aplicar lo aprendido, con honestidad tanto en la evaluación como en el seguimiento y la ejecución.

Plenamente consciente de ello, me enorgullece anunciar que la ex Primera Ministra de Nueva Zelandia Helen Clark y la ex Presidenta de Liberia Ellen Johnson Sirleaf han aceptado ejercer de copresidentas del comité de evaluación, al que hemos decidido denominar Grupo Independiente de Preparación y Respuesta ante las Pandemias.

Tras ejercer el cargo de Primera Ministra, Helen Clark pasó a dirigir el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; por su parte, Ellen Johnson Sirleaf recibió el Premio Nobel de la Paz. En breve tendremos el placer de escucharlas. Me llena de orgullo que estas dos distinguidas mujeres hayan aceptado el reto de encabezar el Grupo.

La Primera Ministra Clark y la Presidenta Sirleaf fueron seleccionadas mediante un amplio proceso de consultas oficiosas con los Estados Miembros y con expertos mundiales. No se me ocurren dos líderes más fuertes e independientes para guiarnos a través de este proceso fundamental de aprendizaje, permitirnos entender lo que ocurrió mediante una evaluación honesta y ayudarnos a comprender lo que debemos hacer para evitar que otra tragedia como esta se repita en el futuro, de modo que el mundo entero diga al unísono: nunca más.

Les agradezco a ambas, Primera Ministra Clark y Presidenta Sirleaf, que hayan aceptado dirigir este importante grupo. Estoy deseando trabajar con ustedes y prestarles todo el apoyo posible. Les ofrezco pleno acceso a la OMS, como a un libro abierto, para que puedan ver lo que se ha hecho, y pido a todos los Estados Miembros que hagan lo propio, que se abran y les muestren todo, como un libro abierto, para que comprendamos de verdad lo sucedido con total honestidad.

Quisiera presentar las siguientes propuestas para que el Grupo Independiente pueda llevar a cabo su trabajo:

  • El mandato del Grupo se elaborará en consulta con los Estados Miembros en un proceso dirigido por las copresidentas.
  • Propongo que las copresidentas seleccionen al resto de miembros del Grupo.
  • Alentamos a todos los Estados Miembros a que propongan a la consideración de las copresidentas candidatos de talla mundial capaces de cumplir la función de miembros del Grupo. Cuanto más larga sea la lista, más probabilidades habrá de elegir a los miembros que mejor puedan ayudar a nuestras distinguidas copresidentas.
  • También propongo que el Grupo disponga de una secretaría independiente. En otras ocasiones, nuestro departamento de evaluación interna ha ejercido de secretaría en las evaluaciones independientes. No obstante, esta es una situación muy particular y deseamos establecer una secretaría que rinda cuentas autónomamente a las dos copresidentas y al Grupo Independiente.
  • Para mantener a los Estados Miembros al día de los progresos y de cualquier conclusión provisional, propongo que celebremos una vez al mes una reunión informativa para las misiones con el fin de comunicarles las novedades sobre la aplicación de la resolución y celebrar consultas.
  • También he mantenido consultas con el Dr. Harsh Vardhan, Presidente del Consejo Ejecutivo, en el contexto de la emergencia de salud pública sin precedentes causada por la COVID-19. Conforme a lo que el Dr. Vardhan y yo hemos convenido, propongo que se convoque una reunión extraordinaria del Consejo Ejecutivo en septiembre para examinar los progresos realizados y facilitar orientaciones.
  • En noviembre, reanudaremos la Asamblea Mundial de la Salud y el Grupo Independiente presentará un informe provisional.
  • En enero del próximo año, el Consejo Ejecutivo celebrará su reunión ordinaria, en la que seguiremos examinando la labor del Grupo.
  • Y, en mayo, el Grupo presentará a la Asamblea Mundial de la Salud un informe sustantivo acerca de las conclusiones sanitarias.

Estos son los principales hitos hasta mayo del año que viene. Corresponde a las copresidentas del Grupo concretar los detalles y las necesidades más allá de este plazo. 

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Es evidente, mientras el Grupo Independiente realiza su evaluación, hay elementos ya maduros sobre los que pueden tomarse medidas sin dilación, como el examen colegiado universal y la naturaleza binaria de la declaración de emergencias de salud pública de importancia internacional con arreglo al Reglamento Sanitario Internacional, en la que ya hemos empezado a trabajar. Los Estados Miembros están debatiendo esta cuestión y tenemos que seguir avanzando al respecto.

El Comité Independiente de Asesoramiento y Supervisión para el Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS también seguirá trabajando. Como recordarán, este Comité ya ha informado de las actividades que ha realizado de enero a abril.

Por otro lado, nuestra lucha continua contra esta pandemia no debe ir en detrimento de la preparación frente a futuros brotes mundiales y frente a las numerosas dificultades de nuestro tiempo, como la resistencia a los antimicrobianos, las desigualdades y la crisis climática.

La COVID-19 nos ha quitado mucho, pero también nos está dando la oportunidad de romper con el pasado y reconstruir mejor. Yo quiero ver esta crisis como una oportunidad, una crisis de la que surgen oportunidades.

No podemos volver a hacer las cosas como antes, amigos míos. Esta vez, hacer lo de siempre no ha funcionado.

No hemos hecho todo este esfuerzo para establecer solemnemente un comité y recibir un informe que acabe olvidado en un cajón.

Debemos congregarnos en una conversación a escala mundial, retomar las enseñanzas que hemos aprendido dolorosamente y transformarlas en acciones.  

Amigos míos, no se equivoquen. La mayor amenaza a la que nos enfrentamos ahora no es el virus.

La mayor amenaza es la falta de liderazgo y solidaridad a nivel nacional y mundial. Por eso creo que todos y cada uno de nosotros debemos reflexionar. Esta tragedia se está llevando muchas vidas y nos ha separado de nuestros seres queridos. No podremos derrotar a esta pandemia si el mundo está dividido.

La pandemia de COVID-19 es una prueba de solidaridad global y de liderazgo mundial. El virus se nutre de la división pero se frena cuando nos unimos.

¿Por qué cuesta tanto a los seres humanos unirnos y luchar contra un enemigo común que nos está matando indiscriminadamente? ¿Somos incapaces de distinguir o identificar al enemigo común? ¿Por qué no podemos entender que nuestras divisiones y desavenencias dan ventaja al virus? Creo que no es necesario que les recuerde estos conceptos básicos porque todos los conocemos.

Tengo la esperanza de que la crisis que define nuestra época nos recuerde a todos que el mejor camino posible, el único camino posible, es el que recorremos juntos. Esta es una verdad esencial que el tiempo se ha encargado de confirmar. A menos que queramos darle la ventaja al enemigo, a este virus que ha tomado al mundo por rehén, la solución es trabajar juntos. Unámonos para poner fin a la pandemia.

A continuación escucharemos a nuestras copresidentas, la ex Primera Ministra Helen Clark y la ex Presidenta y premio Nobel Ellen Johnson Sirleaf.

Sé que, a través de ustedes, el mundo comprenderá la verdad sobre lo sucedido y encontrará la forma de construir mejor nuestro futuro como una sola humanidad.

Muchas gracias.