Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Hasta la fecha se han notificado en el mundo más de cuatro millones de casos de COVID-19. 

En la última semana varios países han comenzado a derogar de forma escalonada las órdenes de recluirse en casa y otras restricciones. 

Los países aplicaron esas medidas estrictas, llamadas a veces confinamientos, para responder a una intensa transmisión de la enfermedad. 

Muchos de ellos han utilizado este tiempo para reforzar su capacidad de hacer pruebas, localizar casos, aislarlos y cuidar a los pacientes, que es la mejor forma de controlar el virus, ralentizar su propagación y rebajar la presión en los sistemas de salud. 

La buena noticia es que se ha logrado reducir la propagación del virus en gran medida y, en consecuencia, se han salvado vidas.  

Con todo, esas medidas tan estrictas han tenido un precio y somos conscientes de las graves consecuencias socioeconómicas que acarrean los confinamientos y de su efecto negativo en la vida de muchas personas. 

Así, para proteger vidas y medios de subsistencia, es fundamental que la relajación de esas medidas sea lenta y progresiva a fin de estimular la economía al tiempo que se sigue vigilando el virus para poder volver a aplicar rápidamente medidas si se registrase un repunte en el número de casos. 

En anteriores ocasiones he mencionado los seis criterios que los países necesitan tener en cuenta antes de abandonar la obligación de recluirse en casa y otras restricciones. 


Este fin de semana se publicaron más orientaciones en las que figuran las tres cuestiones fundamentales que los países deben plantearse antes de derogar los confinamientos: 

La primera, ¿está controlada la epidemia? 

La segunda, ¿el sistema de atención sanitaria puede hacer frente a un repunte en el número de casos que podría producirse como consecuencia de relajar algunas medidas?

La tercera, ¿mediante el sistema de vigilancia de salud pública pueden detectarse y gestionarse los casos, sus contactos y un posible repunte en el número de infecciones? 

Esas tres cuestiones pueden ayudar a determinar si puede abandonarse lentamente un confinamiento o no. 

Ahora bien, incluso si la respuesta a las tres preguntas es positiva, suprimir los confinamientos es una tarea difícil y compleja. 

El fin de semana presenciamos algunas de las dificultades que nos esperan. 

En la República de Corea se cerraron bares y clubes después de que un caso confirmado obligase a localizar a numerosos contactos.   

En Wuhan (China) se notificó el primer conglomerado de casos desde que se derogase el confinamiento. 

Alemania también notificó un aumento en el número de casos desde que se relajaran las restricciones. 
Afortunadamente, los tres países tienen sistemas para detectar un repunte en el número de casos y responder ante él. 

Los primeros estudios serológicos muestran que solo un porcentaje relativamente bajo de la población tiene anticuerpos de COVID-19, lo que significa que la mayor parte de la población todavía es vulnerable al virus. 

La OMS está trabajando estrechamente con los gobiernos para que puedan aplicarse medidas de salud pública fundamentales con las que hacer frente al desafío que supone poner fin a los confinamientos. 

Hasta que haya una vacuna, la forma más eficaz de hacer frente al virus es aplicar un conjunto completo de medidas de salud pública.  

En esa línea, este fin de semana se publicaron nuevas orientaciones sobre la reapertura de escuelas y lugares de trabajo. 

En relación con la cuestión de la vuelta de los niños a la escuela, las autoridades deben tener en cuenta una serie de factores importantes a la hora de decidir si reabren esos centros y de qué manera.

En primer lugar, se necesita conocer claramente la transmisión actual de la COVID-19 y la gravedad de la enfermedad en los niños.

En segundo lugar, deberá tenerse en cuenta la epidemiología de la COVID-19 en la zona en la que se encuentra la escuela. 

En tercer lugar, es necesario tener capacidad para aplicar medidas de prevención y control de la COVID-19 en el entorno escolar. 

A la hora de decidir si reabren las escuelas, los gobiernos locales deberán evaluar su capacidad para aplicar medidas de prevención y control de la infección. 
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La semana pasada también hablé con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Internacional de Empleadores (OIE) sobre la reapertura de los centros de trabajo y las medidas para que esta fuera segura. 

El fin de semana la OMS publicó nuevas directrices detalladas para los centros de trabajo en las que se recomienda a todos ellos que evalúen el riesgo de exposición a la COVID-19 para sus empleados. También se recomienda aplicar medidas para evitar que se propague el virus. 

Los lugares de trabajo deberían elaborar planes de prevención y atenuación de la propagación de la COVID-19 como parte de su plan general de negocios. 

En el plan también deberían figurar medidas de protección de la salud y de seguridad para la reapertura, cierre y modificación de los centros de trabajo. 

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Hoy se ha publicado un nuevo modelo sobre el VIH elaborado por la Organización Mundial de la Salud y el ONUSIDA. 

En él se destaca la importancia de tomar medidas inmediatamente para minimizar las interrupciones en los servicios de salud y en los suministros de medicamentos antirretrovíricos durante la pandemia de COVID-19. 

Si se produjese el peor panorama previsto por el grupo ‒una interrupción de seis meses de los tratamientos antirretrovíricos‒ podrían producirse 500 000 muertes adicionales de enfermedades relacionadas con el sida, incluida la tuberculosis, en el África subsahariana el próximo año. 

Eso supondría retroceder más de un decenio, hasta 2008, año en el que se registraron más 950 000 fallecimientos de sida en la región. 

Se trata de un panorama evitable, no de una predicción. El modelo sirve para alertar de la necesidad de encontrar formas para mantener todos los servicios de salud vitales. 

Aunque prestemos atención a la pandemia de COVID-19, debemos seguir velando por que los suministros mundiales de pruebas y tratamientos contra el VIH y la tuberculosis lleguen a los países y comunidades que más los necesitan. Debemos salvar a las personas de la COVID-19 y del VIH y otras enfermedades potencialmente mortales. 

Incluso una interrupción del tratamiento relativamente corta en el tiempo supone una amenaza importante para la salud de la persona y un riesgo de transmisión del VIH. 

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La COVID-19 ha puesto de manifiesto la distribución desigual de equipos médicos salvavidas en el mundo.

Mañana se inicia la alianza Tech Access Partnership para aumentar la producción local de tecnologías sanitarias esenciales, como mascarillas y respiradores, en los países en desarrollo.  

Esta alianza es otro gran ejemplo de solidaridad que se apoya en los «vuelos solidarios», el ensayo Solidaridad y el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19, todos ellos destinados a velar por que las últimas innovaciones en salud lleguen a las comunidades que más las necesitan. 

Solo podremos superar esta pandemia unidos. Con unidad nacional y solidaridad mundial. 

Repito, solo podremos superar esta pandemia unidos. Con unidad nacional y solidaridad mundial. 

Gracias.