Honorables ministros, señoras y señores:
El aumento de la resistencia a los antimicrobianos constituye una crisis sanitaria de dimensiones mundiales. La medicina pierde cada vez más antimicrobianos básicos a medida que los patógenos se vuelven resistentes. Los tratamientos de segunda línea son menos eficaces, más caros, tóxicos y en ocasiones sumamente difíciles de administrar. Además, muchos de ellos son escasos.
Las bacterias resistentes son el azote de los hospitales y las unidades de cuidados intensivos de todo el mundo. La gonorrea resiste actualmente a muchos tipos de fármacos. Una epidemia de fiebre tifoidea multirresistente asola partes de Asia y de África. Incluso con el mejor de los cuidados, solo pueden curarse satisfactoriamente la mitad de todos los casos de tuberculosis multirresistente.
Con pocos productos de sustitución en fase de formulación, el mundo se dirige hacia una era sin antibióticos en la que las infecciones comunes volverán a ser letales.
Será el fin de la medicina moderna tal como la conocemos. Si las tendencias actuales continúan, algunas intervenciones sofisticadas, como los trasplantes de órganos, la implantación de prótesis articulares, la quimioterapia antineoplásica y la atención de lactantes prematuros podrían ser demasiado peligrosas.
La adopción del Plan de acción mundial de la OMS sobre la resistencia a los antimicrobianos en la Asamblea Mundial de la Salud del pasado mayo ha plasmado de forma concreta esta creciente preocupación.
En el plan de acción se establecen cinco objetivos estratégicos: mejorar la concienciación, reforzar la vigilancia y la investigación, empezar por reducir las infecciones, utilizar sensatamente estos medicamentos, y asegurar una inversión sostenible, especialmente en I+D para formular productos de sustitución y mejores medios de diagnóstico.
Las pruebas de que la resistencia a los antimicrobianos se debe al volumen de uso de los agentes antimicrobianos son abrumadoras. El uso elevado de antibióticos puede deberse a que se prescriben en exceso, a que resulta fácil acceder a ellos en ventas sin receta o por internet, o a la presión de los pacientes.
La decisión de recetar antibióticos, tanto en la medicina humana como en veterinaria, rara vez se basa en un diagnóstico definitivo. Disponer de pruebas de diagnóstico rápidas y económicas podría ayudar, pero no solucionaría todos los problemas.
Por ejemplo, se dispone de pruebas rápidas y fiables para el paludismo, pero en muchos países donde la enfermedad es endémica siguen recetándose fármacos antipalúdicos de poca eficacia a cualquier niño con fiebre. Esa práctica también acelera la aparición de la farmacorresistencia.
También en la ganadería y la agricultura se utilizan los antibióticos en exceso, así como en la industria alimentaria, especialmente cuando se usan enormes cantidades de antibióticos para fomentar el crecimiento, no para tratar animales enfermos. El uso sistemático de antibióticos a niveles subterapéuticos elimina las bacterias más débiles, pero las más resistentes sobreviven.
Por ejemplo, los ganaderos que trabajan con ganado vacuno o porcino y aves de corral infectados por bacterias farmacorresistentes tienen un riesgo muy superior de infección o colonización por esas bacterias. Además, el consumo humano de alimentos que contienen bacterias resistentes a los antibióticos puede provocar que se contraigan infecciones farmacorresistentes.
El Foro Económico Mundial ha señalado que la resistencia a los antibióticos constituye un riesgo de ámbito mundial que ninguna organización o país puede gestionar o paliar en solitario.
En el plano internacional, la OMS colabora estrechamente con la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). En las secciones pertinentes de los códigos normativos de la OIE se fomenta el uso responsable y prudente de los antimicrobianos a fin de mantener su eficacia terapéutica y prolongar su uso en medicina y en veterinaria.
En otra actividad de refuerzo mutuo, la lista de la OMS de agentes antimicrobianos de importancia crítica para la salud humana tiene su réplica en una lista de la OIE de agentes antimicrobianos de importancia veterinaria, en la que se recomienda el uso restringido de determinados agentes.
En 2008, la OMS estableció un grupo asesor sobre vigilancia integrada de la resistencia a los antimicrobianos relacionada con el uso de antibióticos en los animales destinados a la producción de alimentos.
Este grupo asesor ha dado espaldarazo a las normas de la OIE para el seguimiento de las cantidades de antimicrobianos utilizados y la magnitud de la resistencia, en concreto ayudando a formular y a clasificar las estrategias de evaluación y gestión de riesgos.
Al igual que en la salud pública, las autoridades responsables de la salud de los animales se enfrentan a varios obstáculos, en particular las deficiencias en el control normativo y las grandes cantidades de productos adulterados o de mala calidad que se comercializan por todo el mundo o que pueden adquirirse fácilmente en internet.
Señoras y señores:
Quisiera hacer una última observación.
Los grupos de consumidores y la sociedad civil pueden desempeñar una función importante contra la resistencia a los antimicrobianos, puesto que son importantes movilizadores, agitadores y protagonistas de primera línea, especialmente en esta era de redes sociales.
Los consumidores que cuestionan la inocuidad de los alimentos procedentes de animales que han recibido dosis elevadas de medicamentos, y que toman sus decisiones de compra en consecuencia, pueden tener una gran influencia en las prácticas de la industria.
Muchas gracias.