Los doce meses de 2023 han configurado un año de hitos y retos para la salud pública mundial.
En mayo declaré el fin de la COVID-19 como emergencia de salud pública de importancia internacional.
Ello supuso un punto de inflexión para el planeta, después de tres años de crisis, dolor y pérdidas por doquier.
Me alegra ver que la vida ha vuelto a la normalidad.
La OMS anunció también que el brote de viruela símica ya no representaba una emergencia sanitaria mundial.
Además, aprobamos nuevas vacunas contra el paludismo, el dengue y la meningitis, enfermedades que amenazan a millones de personas en todo el mundo, principalmente a las más vulnerables.
Azerbaiyán, Tayikistán y Belice fueron declarados libres de paludismo y en varios países se eliminaron una serie de enfermedades tropicales desatendidas, como la enfermedad del sueño en Ghana, el tracoma en Benin, el Iraq y Malí o la filariasis linfática en Bangladesh y Lao.
Nuestro camino hacia la erradicación de otra enfermedad prevenible mediante vacunación, la poliomielitis, llega a la recta final.
Treinta países más han implantado la vacuna contra el virus del papiloma humano y el mundo progresa hacia la eliminación del cáncer cervicouterino.
El imperativo de afrontar las consecuencias sanitarias de la crisis climática llegó a las más altas esferas políticas, al tiempo que gobiernos, científicos y activistas colocaban por primera vez la salud en un lugar preeminente del programa de la COP28 y hacían pública una declaración mundial sobre clima y salud.
Desde la Asamblea General de las Naciones Unidas, los Jefes de Estado se comprometieron a avanzar hacia la cobertura sanitaria universal, poner fin a la tuberculosis y proteger el mundo de futuras pandemias.
Estos logros y otros muchos evidenciaron el poder de la ciencia, las soluciones y la solidaridad para proteger y promover la salud.
Pero 2023 también ha sido un año de sufrimiento inmenso y evitable y de amenazas para la salud.
Los bárbaros ataques de Hamás contra Israel del 7 de octubre dejaron un saldo de unas 1300 personas muertas y más de 200 tomadas como rehenes. Las denuncias de violencia de género y maltrato de los rehenes resultan de lo más deplorable.
A ello le siguió un ataque desatado y devastador contra Gaza, que ha costado la vida a más de 20 000 personas, principalmente mujeres y niños, y causado heridas a más de 53 000.
Al mismo tiempo, los hospitales y profesionales de la salud han sido reiteradamente atacados y las labores de socorro no alcanzan ni por asomo para atender las necesidades de la población.
A 22 de diciembre, apenas 9 de los 36 establecimientos de salud de Gaza funcionaban parcialmente y en el norte solo cuatro prestaban los servicios más básicos.
Por todos estos motivos, reclamamos una vez más un alto un fuego inmediato.
Lamentablemente, la guerra y los conflictos armados se han ensañado con otros muchos lugares del globo, como el Sudán, Ucrania, Etiopía y Myanmar, por nombrar unos pocos.
He sido testigo directo del sufrimiento de gentes hastiadas de la guerra en el noroeste de Siria, en zonas que además, como las comunidades que también visité en la vecina Türkiye, quedaron devastadas por el terrible terremoto de febrero.
Sin paz no hay salud; y sin salud, no puede haber paz.
La inseguridad, la pobreza y la falta de agua salubre y de medios de higiene alimentaron la propagación de enfermedades infecciosas en muchos países.
La reaparición del cólera es motivo de especial inquietud, pues se ha registrado en el mundo un número récord de brotes, más de 40.
Por lo que respecta a la labor de preparación y respuesta ante emergencias, el mundo sigue estando en condiciones precarias para prevenir la próxima pandemia.
Pero 2024 trae consigo una ocasión excepcional para subsanar esas deficiencias.
Los gobiernos están negociando el primer acuerdo mundial de la historia destinado a proteger a las comunidades, los países y el planeta de la amenaza que representan las pandemias.
Se está pergeñando un acuerdo sobre pandemias que apunta a corregir los déficits de colaboración, cooperación y equidad a escala mundial.
Este acuerdo y los planes para fortalecer el Reglamento Sanitario Internacional constituyen pasos monumentales por parte de los gobiernos para alumbrar al fin un mundo más seguro y saludable.
Y ahora que la OMS cierra el año de su 75.º aniversario como organización «planetaria» de la salud, expreso mi más sincero agradecimiento a cuantos trabajadores de la salud, asociados y colegas de la OMS transitan con nosotros la senda común que ha de llevarnos a hacer realidad la Salud para Todos.
Por último, durante estos días de festividades, estoy seguro de que cada cual se unirá a mí en la esperanza de que el Año Nuevo traiga paz, salud y prosperidad para todas las personas del mundo.