Su Excelencia Jeannette Kagame, Primera Dama de la República de Rwanda, 

Su Excelencia, Dra. Tshepo Ramaphosa, Primera Dama de la República de Sudáfrica, 

Su Excelencia, Embajadora Sally Mansfield, 

Sra. Karen Nakawala, 

asociados, colegas y amigos: 

Buenos días, buenas tardes y buenas noches, y gracias por acompañarnos en esta ocasión especial. 

El mes pasado tuve el honor de conocer a la familia de Henrietta Lacks. 

Para aquellos de ustedes que no conozcan su historia, Henrietta Lacks era una mujer negra que acudió a un hospital de Baltimore en 1951 aquejada de una hemorragia vaginal, un síntoma común del cáncer de cuello uterino. 

Sin su conocimiento o consentimiento, los médicos le tomaron una biopsia del tumor y la enviaron para su análisis. 

Esas células resultaron tener una capacidad única para sobrevivir y reproducirse, y se convirtieron en la base de una investigación que ha salvado millones de vidas, en particular a través de las vacunas contra el papilomavirus humano, o VPH, el patógeno responsable del 99% de los cánceres de cuello uterino.   

Gracias a las células de Henrietta Lacks se han ganado premios Nobel, se han amasado fortunas y se han salvado millones de vidas. 

Pero la injusticia que se cometió con ella sigue vigente para millones de otras mujeres desfavorecidas de todo el mundo que no tienen acceso a los medios que se desarrollaron a partir de sus células. 

El cáncer de cuello uterino es el cuarto cáncer más frecuente entre las mujeres de todo el mundo, aunque es un cáncer que se puede prevenir casi por completo y, si se diagnostica a tiempo, es uno de los que mejor responden al tratamiento. 

Esta enfermedad se cobra la vida de 300 000 mujeres cada año, una cada dos minutos. 

Igual que ocurre con la COVID-19, disponemos de los medios necesarios para prevenir, detectar y tratar esta enfermedad. No obstante, igual que ocurre con la COVID-19, la desigualdad en el acceso a estos medios es el factor determinante de la prevalencia del cáncer de cuello uterino. 

Los elevados precios y la inadecuación del suministro han hecho que las vacunas contra el VPH aún no se hayan introducido en 79 países, que representan dos tercios de la carga mundial de cáncer de cuello uterino. 

En los países de ingresos bajos y medianos, la incidencia del cáncer de cuello uterino es casi el doble que en los países de ingresos altos, y la tasa de mortalidad es tres veces mayor. 

Encontramos disparidades similares entre las poblaciones marginadas de muchos países de ingresos altos.Por esa razón, hoy hace un año, la OMS lanzó una estrategia mundial para eliminar el cáncer de cuello uterino, con tres objetivos a alcanzar en los próximos 10 años: 

vacunar al 90% de las niñas contra el virus del papiloma humano antes de que cumplan 15 años; 

ampliar el acceso a los servicios de detección al 70% de las mujeres; 

y ampliar el acceso al tratamiento al 90% de las mujeres con lesiones precancerosas, y a los cuidados paliativos al 90% de las mujeres con cáncer invasivo. 

Igual que ha ocurrido con tantas enfermedades, la pandemia ha provocado retrocesos en el progreso hacia estos objetivos debido a los trastornos que ha causado en los servicios de salud. 

El porcentaje de niñas con acceso a las vacunas contra el VPH en todo el mundo ha descendido al 13%, cuando antes de la pandemia era el 15%. 

Al mismo tiempo, hay signos alentadores. 

En el último año, varios países han introducido la vacuna contra el VPH en los calendarios nacionales de vacunación, entre ellos el Camerún, Cabo Verde, El Salvador, Mauritania, Qatar, Santo Tomé y Príncipe y Tuvalu. 

La OMS también ha precalificado una cuarta vacuna contra el VPH llamada Cecolin, producida por Innovax, que esperamos ayude a aumentar la oferta y rebajar los precios. 

También hemos asistido a innovaciones como la obtención de muestras por las propias pacientes, que ofrece a las mujeres la opción de someterse a pruebas de detección del cáncer de cuello uterino sin necesidad de un examen pélvico.   

La OMS publica hoy su marco de generación de pruebas para la detección basada en la inteligencia artificial.     

Pero tenemos que hacer mucho más. 

Hoy hacemos un llamamiento a todos los países, a todos los fabricantes de vacunas, pruebas y tratamientos, a todos los asociados y a todas las organizaciones de la sociedad civil, para que se unan a nuestro esfuerzo por hacer que el cáncer de cuello uterino pase a la historia. 

Henrietta Lacks no vivió para ver el beneficio que sus células han supuesto para tantas mujeres de todo el mundo. El cáncer de cuello uterino le quitó la vida pocos meses después de conocer su diagnóstico. 

Le debemos a ella, y a todas las mujeres que han muerto por cáncer de cuello uterino o que lo padecen en la actualidad, hacer lo posible para que estos medios que salvan vidas estén disponibles a un precio asequible en todas partes.