Profesor Houssin, miembros y asesores del Comité de Emergencias, queridos colegas y amigos:

El próximo lunes se cumplen tres años desde que tomé la decisión, respaldándome en su asesoramiento, de que el brote de un coronavirus previamente desconocido constituía una emergencia de salud pública de importancia internacional.

Hoy, se reúnen ustedes por 14.ª vez para evaluar los datos científicos y asesorarme sobre si,  en su opinión, esto sigue siendo así.

En los albores del cuarto año de la pandemia, ciertamente estamos en una posición mucho mejor ahora que hace un año, cuando la ola de la variante ómicron estaba en su apogeo, y se notificaban a la OMS más de 70 000 muertes cada semana. 

Cuando se reunieron por última vez en octubre pasado, el número de muertes notificadas semanalmente era casi el más bajo desde que comenzara la pandemia: menos de 10 000 a la semana.

Con todo, desde principios de diciembre, el número de muertes notificadas semanalmente en todo el mundo ha ido en aumento.

Además, el levantamiento de las restricciones en China ha llevado a un repunte en el número de muertes en la nación más poblada del mundo.

La semana pasada, se notificaron a la OMS casi 40 000 muertes, más de la mitad de ellas desde China.

Hoy actualizaremos nuestro panel de información sobre la COVID-19 para incorporar los casos y muertes notificados por China en las últimas semanas.

En total, en las últimas ocho semanas, se han notificado más de 170 000 muertes. El número real es sin lugar a dudas mucho mayor.

Las vacunas, los tratamientos y las pruebas diagnósticas han sido cruciales para prevenir las formas graves de la enfermedad, salvar vidas y aliviar la presión de los sistemas y el personal de salud.

Con todo, la respuesta mundial todavía cojea porque en demasiados países, estas poderosas herramientas que tantas vidas salvan todavía no llegan a las poblaciones que más las necesitan, en particular las personas mayores y el personal de salud.

Muchos sistemas de salud en todo el mundo se esfuerzan por hacer frente a la COVID-19, además de atender a pacientes con otras enfermedades, como la gripe y las infecciones por virus sincitiales de las vías respiratorias, y todo ello con poco personal y trabajadores de la salud fatigados.

A la vez, la vigilancia y la secuenciación genética se han reducido drásticamente en todo el mundo, lo que dificulta el seguimiento de las variantes conocidas y la detección de variantes nuevas.

Y la confianza pública en la seguridad y eficacia de las herramientas para controlar la COVID-19 se ve socavada por un torrente continuo de información errónea y desinformación.

Mis colegas les facilitarán más información sobre la situación mundial y la respuesta conexa.

Le doy las gracias una vez más, Profesor Houssin, por su liderazgo. 

Y expreso también mi agradecimiento a cada uno de los miembros y asesores del Comité por compartir sus conocimientos especializados, y por su dedicación y compromiso.

Como siempre, el Reglamento Sanitario Internacional guiará sus deliberaciones.

Espero con interés su asesoramiento.

Gracias.