Buenos días, buenas tardes y buenas noches. 

La jornada de hoy marca el fin del brote de ébola en Uganda, cuatro meses después de que se notificaran los primeros casos. 

Felicito al Gobierno y al pueblo de Uganda y a los trabajadores de la salud, algunos de los cuales dejaron la vida en el empeño, por el liderazgo y la entrega que han mostrado para acabar con este brote. 

También agradecemos a los donantes y asociados la celeridad con que han movilizado recursos y a los creadores de vacunas que hayan propuesto vacunas candidatas en un tiempo récord. 

Aun en ausencia de vacunas o tratamientos aprobados para esta clase de ébola, Uganda pudo utilizar herramientas de salud pública de eficacia contrastada para contener el brote. 

Este brote ha terminado, pero no así la colaboración de la OMS con Uganda. 

Sigue en pie nuestro compromiso de fortalecer el sistema de salud de Uganda como parte de la andadura de este país hacia la cobertura sanitaria universal. 

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Pasemos a hablar ahora de la COVID-19. 

Han pasado tres años desde que fue compartida a escala mundial la primera secuencia del SARS-CoV-2. 

Aquella secuencia hizo posible crear las primeras pruebas de detección y, a la postre, obtener vacunas. 

En el transcurso de la pandemia, las técnicas de detección y secuenciación nos han ayudado a rastrear la propagación del virus y la aparición de nuevas variantes. 

Pero desde que la ola de la variante ómicron llegó a su punto álgido, el número de secuencias compartidas ha disminuido en más de un 90% y el número de países que comparten secuencias se ha reducido en una tercera parte. 

Es comprensible que los países no puedan mantener los mismos niveles de análisis y secuenciación que implantaron durante el pico de la variante ómicron. 

Pero al mismo tiempo, el mundo no puede cerrar los ojos y esperar que este virus desaparezca, porque no lo hará. 

La secuenciación sigue siendo vital para detectar y rastrear la aparición y diseminación de nuevas variantes, como la XBB.1.5. 

Instamos a todos los países que estén registrando elevados niveles de transmisión a que intensifiquen la labor de secuenciación y compartan los resultados. 

Sigue siendo crucial invertir en la realización de pruebas de detección a aquellas personas que presenten factores de riesgo para asegurar que reciban la atención adecuada y para poder seguir el rastro del virus. 

No hay ninguna duda de que, a escala mundial, estamos muchísimo mejor que hace un año. 

Desde febrero del año pasado, el número de muertes notificadas semanalmente a la OMS ha caído en casi un 90%. 

Desde mediados de septiembre, sin embargo, esta cifra ha quedado estancada en niveles de entre 10 000 y 14 000 muertes semanales. 

El mundo no puede aceptar semejante mortalidad, sabiendo que contamos con las herramientas necesarias para prevenirla. 

La semana pasada se notificaron a la OMS casi 11 500 muertes: alrededor de un 40% de ellas en las Américas, un 30% en Europa y un 30% en la región del Pacífico Occidental.  

Pero se trata casi con toda seguridad de una cifra subestimada, teniendo en cuenta que no se han notificado todas las muertes ligadas a la COVID-19 que se han producido en China. 

La mayoría de los que mueren pertenecen a un grupo de riesgo, en particular el de las personas de edad. 

Casi el 90% de todas las muertes notificadas durante el segundo semestre del año pasado correspondían a personas de 65 años o más. 

Sin embargo, una vez más, los datos que recibimos de los países son insuficientes para darnos una idea clara de quién está muriendo y por qué. 

Solo 53 de 194 países proporcionan datos de mortalidad desglosados por edad y sexo. 

Al entrar en el cuarto año de esta pandemia, pedimos a todos los países que nos faciliten este tipo de información. Cuantos más datos recibamos, más clara tendremos la situación. 

Seguimos pidiendo a todos los países que se concentren en administrar la pauta completa de vacunación a los grupos de mayor riesgo, en especial a las personas mayores. 

También seguimos exhortando a todas las personas a que, cuando sea necesario, tomen las precauciones adecuadas para la protección propia y ajena. 

Aunque uno quizá no muera de esta enfermedad, se la podría contagiar a otra persona que sí muera. 

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Hablemos ahora de Siria. 

Esta semana, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas prorrogó por otros seis meses la autorización para operaciones humanitarias transfronterizas. 

Se trata de una buena noticia para la OMS y sus asociados y de una medida básica para que podamos hacer llegar apoyo sanitario y humanitario vital a más de 4 millones de personas en el noroeste de Siria. 

Esta decisión llega en un momento en el que la situación humanitaria está empeorando en Siria. 

Desde el inicio del conflicto, las necesidades humanitarias nunca habían alcanzado las cotas que se están viendo ahora. 

Siria se enfrenta ahora a un duro invierno y a un brote de cólera que ya ha afectado a decenas de miles de personas. 

La OMS seguirá trabajando con sus asociados para proporcionar ayuda, pero la solución que el pueblo de Siria necesita, más que ninguna otra, es la paz. 

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Siria no es el único país que hace frente a un brote de cólera devastador. 

Desde enero del año pasado, 31 países han notificado un brote, lo que supone un 50% más que los años anteriores. 

Los brotes, en sí mismos, están siendo más extensos y mortíferos de lo normal. 

Aunque anteriormente ya habíamos conocido grandes brotes de cólera, nunca habíamos visto un número tan grande de brotes simultáneos. 

Muchos de estos brotes tienen como denominador común fenómenos relacionados con el clima, como tormentas, inundaciones o sequías. 

Entre los países golpeados con mayor dureza están Haití, Malawi y Siria. 

En octubre, el Grupo Internacional de Coordinación que gestiona la reserva mundial de vacuna anticolérica suspendió la pauta habitual de dos dosis de vacunación y la sustituyó por un régimen de dosis única con el fin de poder extender el suministro de vacunas. 

Pese a esta decisión sin precedentes, y aunque la producción funciona actualmente al máximo de su capacidad, las existencias de vacuna siguen bajo mínimos. 

En las últimas semanas otros cuatro países han solicitado vacunas, pero estas son extremadamente escasas. 

En la actual tesitura, ante un creciente número de brotes de mayor extensión geográfica y mayor calado, exhortamos a aquellos países que ya hayan sufrido brotes de cólera anteriormente a que intensifiquen su labor de preparación para un posible brote. 

Agradecemos a EuBiologics, empresa radicada en la República de Corea, su esfuerzo por llevar al máximo la producción y por generar una nueva vacuna que se pueda producir a mayor escala. 

Seguimos exhortando a otros fabricantes a que hagan lo propio. 

También pedimos a los asociados que apoyen la lucha contra los brotes en curso, sobre todo para reducir las inaceptables -por elevadas- tasas de letalidad que se están registrando.  

Christian, tiene de nuevo la palabra.