Buenas tardes. Deseo dar una cordial bienvenida a nuestros amigos de la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas y a los miembros de la prensa de Ginebra al acercarnos al final de 2022.
El año que ha transcurrido ha vuelto a ser muy complicado para la salud de la población mundial.
Hace un año, la variante ómicron acababa de identificarse y empezaba a propagarse.
En aquel momento, la COVID-19 mataba a 50 000 personas cada semana. La semana pasada han perdido la vida menos de 10 000 personas.
No obstante, siguen siendo 10 000 de más —y todos los países aún pueden hacer mucho por salvar vidas—, pero hemos recorrido un largo camino.
Tenemos la esperanza de que, en algún momento del próximo año, podamos decir que la COVID-19 ha dejado de ser una emergencia sanitaria mundial.
Los criterios para declarar el fin de la emergencia serán uno de los temas que se tratarán durante la reunión del Comité de Emergencias que se celebrará en enero.
Naturalmente, este virus no va a desaparecer. Ha venido para quedarse, y todos los países tendrán que aprender a gestionarlo conjuntamente con otras enfermedades respiratorias, como la gripe y la enfermedad causada por los virus sincitiales de las vías respiratorias, que en la actualidad circulan intensamente por numerosos países.
Sin embargo, en 2023 seguiremos enfrentándonos a numerosas incertidumbres y dificultades.
Solo se ha administrado la vacuna a una de cada cinco personas en los países de ingresos bajos.
El acceso a medios de diagnóstico y tratamientos vitales contra la COVID-19 sigue siendo inasequible y desigual, lo cual es inaceptable.
Lo más probable es que aumente la carga de la afección pos-COVID-19.
Además, siguen existiendo importantes lagunas en materia de vigilancia, lo que supone un punto débil no solo para detectar nuevas variantes de la COVID-19, sino también a la hora de hacer un seguimiento de la propagación de otras infecciones.
Mientras tratamos de poner fin a esta emergencia, aún necesitamos comprender cómo se inició.
Seguimos exhortando a China a que comunique los datos y lleve a cabo los estudios que hemos solicitado para comprender mejor los orígenes del virus.
Como he dicho en numerosas ocasiones, todas las hipótesis siguen abiertas.
Una de las enseñanzas más importantes que nos deja la pandemia es que todos los países necesitan reforzar sus sistemas de salud pública para prepararse ante los brotes, las epidemias y las pandemias, prevenirlos, detectarlos y darles respuesta rápidamente.
No es lo mismo un sistema de atención médica avanzado que un sistema de salud pública sólido.
Otra de las enseñanzas clave de la pandemia es la necesidad de reforzar mucho más la cooperación y la colaboración, en lugar de hacer hincapié en la competencia y la confusión que han caracterizado la respuesta mundial a la COVID-19.
Por lo tanto, me siento sumamente complacido por el hecho de que la semana pasada los Estados Miembros de la OMS acordaran elaborar el anteproyecto de un acuerdo jurídicamente vinculante sobre prevención, preparación y respuesta ante pandemias, sobre la base de los principios de equidad, solidaridad y soberanía.
Los Estados Miembros comenzarán a debatir este anteproyecto de acuerdo sobre pandemias en febrero.
Aun cuando la situación provocada por la pandemia de COVID-19 ha mejorado a lo largo del año, hemos tenido que hacer frente a muchas otras emergencias.
En estos momentos, mientras hablamos, la OMS está respondiendo a 53 emergencias clasificadas, y en el año transcurrido hemos dado respuesta a más de 200 brotes.
El brote mundial de viruela símica —una enfermedad que era prácticamente desconocida fuera de África— ha sorprendido al mundo.
Se han notificado más de 82 000 casos en 110 países, aunque la tasa de mortalidad se ha mantenido baja, con 65 fallecimientos.
Afortunadamente, el número de casos notificados semanalmente ha disminuido en más de un 90% desde que el pasado mes de julio declaré la emergencia de salud pública de importancia internacional.
Si se mantiene la tendencia actual, confiamos en que el próximo año también podamos declarar el fin de esta situación de emergencia.
Del mismo modo, como no se ha declarado ningún nuevo caso desde hace más de dos semanas y ningún paciente se encuentra en tratamiento en este momento, ha comenzado la cuenta atrás para declarar el fin del brote de ébola en Uganda.
Si no se detectan nuevos casos, el brote se declarará terminado el 10 de enero.
Con el apoyo de la OMS y de sus asociados, el Gobierno de Uganda viene centrando sus esfuerzos en la vigilancia y el seguimiento de los últimos contactos.
La semana pasada llegó a Uganda el primer lote de vacunas candidatas, en un plazo de 80 días a partir de la declaración del brote, es decir, más rápido que en todos los demás brotes anteriores.
Esto ha sido así gracias a una notable colaboración de asociados de todo el mundo que han trabajado conjuntamente para impulsar las vacunas candidatas y asegurar su disponibilidad para llevar a cabo los ensayos.
Así pues, terminamos un año difícil con algunas noticias alentadoras: la COVID-19, la viruela símica y la enfermedad por el virus del Ébola están disminuyendo.
Sin embargo, la OMS viene dando respuesta a muchas otras crisis.
De este modo, en la región del Cuerno de África, una grave sequía está provocando una aguda crisis de salud y hambre.
Unos 47 millones de personas vienen padeciendo hambre en la región y aumentan los brotes epidémicos.
La OMS y sus asociados están sobre el terreno garantizando el acceso a los servicios básicos de salud, dispensando tratamientos para la malnutrición grave y ayudando a los países a prevenir los brotes epidémicos, a detectarlos y a darles respuesta.
Mientras tanto, seguimos respondiendo a los brotes de cólera en 29 países, entre ellos Haití, donde hay más de 1200 casos confirmados, más de 14 000 casos sospechosos y 280 fallecimientos notificados, después de que durante más de tres años no se haya detectado ningún caso.
Esta semana, Haití ha recibido casi 1,2 millones de dosis de vacuna anticolérica oral, y se prevé que en los próximos días comiencen las campañas de inmunización en las zonas más afectadas. La OMS y la OPS también han suministrado casi 50 toneladas de suministros médicos esenciales a los centros de tratamiento del cólera.
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Los brotes epidémicos, las guerras y otras emergencias humanitarias acaparan los titulares de prensa, pero la salud de la población mundial sigue estando amenazada por numerosas causas que no suelen aparecer frecuentemente en las noticias:
El consumo de tabaco, aunque está disminuyendo en todo el mundo, sigue matando a más de 8 millones de personas al año.
Las dietas malsanas están provocando un aumento de las tasas de obesidad, diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras enfermedades.
Los avances en la lucha contra la infección por el VIH, el paludismo y la tuberculosis se han estancado o incluso revertido.
Solo la mitad de la población mundial tiene acceso a servicios de saneamiento salubres.
La pandemia ha puesto de manifiesto y ha agravado la enorme carga que supone la salud mental, sin que se le haya dado respuesta alguna.
Cientos de millones de personas no pueden acceder a los servicios de salud esenciales, o no pueden permitírselos.
Y la adicción mundial a los combustibles fósiles envenena el aire que respiramos y reduce la habitabilidad del planeta del que depende toda forma de vida.
De cara a 2023, hay numerosos motivos para la esperanza y numerosos motivos de preocupación.
La OMS sigue tan comprometida como siempre a ayudar a sus Estados Miembros a construir un futuro más saludable, más seguro y más justo para la población mundial.
Fadela, volvemos con usted y muchas gracias de nuevo por acompañarnos.