Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Hasta ahora, en todo el mundo se han notificado a la OMS casi 2,5 millones de casos de COVID-19 y más de 160 000 fallecimientos.

Vemos tendencias diferentes en distintas regiones, e incluso dentro de una misma región.

En la mayoría de los países de Europa Occidental, la epidemia parece mantenerse estable o remitir.

Aunque las cifras absolutas son bajas, observamos tendencias preocupantes al alza en África, América Central y del Sur, y Europa Oriental. 

En la mayor parte de los países, la epidemia está aún en sus fases iniciales.

Por otra parte, en algunos países que se vieron afectados en los comienzos de la pandemia se está empezando a producir un rebrote de casos.

Tengámoslo claro: nos queda un largo camino por delante. Este virus estará con nosotros durante mucho tiempo.

Es incuestionable que las órdenes de confinamiento y otras medidas de distanciamiento físico han frenado con éxito la transmisión en muchos países. 

Pero este virus sigue siendo extremadamente peligroso. 

Los datos iniciales sugieren que la mayoría de la población mundial sigue siendo susceptible, por lo que las epidemias pueden reavivarse fácilmente.

Uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos en este momento es la complacencia. En los países con órdenes de confinamiento, las personas sienten una frustración comprensible por llevar semanas encerradas en casa.

Es comprensible que la gente desee retomar sus vidas cotidianas, porque están en juego su salud y su subsistencia. 

La OMS también lo desea. Y eso es por lo que trabajamos sin descanso cada día.

Pero el mundo no volverá, ni puede volver, a la situación anterior. Debe haber una «nueva normalidad»: un mundo más saludable, más seguro y mejor preparado. 

Las mismas medidas de salud pública que venimos propugnando desde el comienzo de la pandemia deben seguir siendo el eje central de la respuesta en todos los países:

detectar todos los casos; 

aislar todos los casos; 

hacer pruebas a todos los casos; 

tratar todos los casos;

rastrear y poner en cuarentena a todos los contactos;

e informar, implicar y empoderar a la población. La lucha no puede ser eficaz sin empoderar a las personas y sin la plena participación de la población.

En los países que no apliquen esas seis medidas fundamentales o no lo hagan sistemáticamente se producirán más casos y se perderán más vidas. 

Hay que aclarar que lo que recomienda la OMS no es hacer pruebas a toda la población, sino detectar todos los casos sospechosos y hacerles pruebas a todos ellos.

La OMS está comprometida a ayudar a todos los países a salvar vidas.

También estamos comprometidos con los derechos humanos y con la lucha contra la estigmatización y la discriminación en cualquier lugar donde las observemos. 

En numerosos países de todas las regiones ha habido noticias preocupantes sobre casos de discriminación relacionados con la COVID-19. 

La estigmatización y la discriminación son inaceptables en todo momento y lugar y deben ser combatidas en todos los países.

Como he dicho muchas veces, es la hora de la solidaridad, no de la estigmatización. 

La OMS también trabaja activamente para abordar las consecuencias de la pandemia para la salud mental.

En colaboración con expertos en salud mental de todo el mundo, la OMS ha redactado orientaciones técnicas para particulares y profesionales sanitarios, reconociendo las enormes tensiones a las que están sometidos.

También hemos elaborado un libro infantil gratuito sobre la COVID-19 junto con asociados del UNICEF, el ACNUR, la FICR y la UNESCO, entre otros.

En menos de dos semanas hemos recibido peticiones para traducirlo a más de 100 idiomas, y el libro está ya circulando entre los niños y niñas rohinyá de Cox’s Bazaar, y los de Siria, el Yemen, el Iraq, Grecia y Nigeria.

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Una de las funciones básicas de la OMS es proporcionar a los países recomendaciones técnicas basadas en datos científicos.

Es algo que no hacemos solos.

Todos los días colaboramos con miles de expertos de todo el mundo para recopilar, analizar y sintetizar los mejores datos científicos y convertirlos en orientaciones que reenviamos a los países.

A través de miles de horas de debate hemos intercambiado experiencias de primera mano y analizado los aspectos científicos para generar las orientaciones que ponemos a disposición de todos los países.

Después colaboramos con los países para poner en práctica esas orientaciones.

La OMS cuenta con personal en 150 países de todo el mundo, que trabaja directamente con Gobiernos, científicos y asociados para coordinar y aplicar los planes nacionales de preparación y respuesta.

Quiero aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a mis colegas en esos 150 países por su intenso esfuerzo y compromiso.

Además, la OMS ha enviado más de 70 equipos de refuerzo a los países para fortalecer la vigilancia y proporcionar asesoramiento sobre la prevención de infecciones, el tratamiento de los pacientes, la comunicación de riesgos, las capacidades de laboratorio, la gestión de datos y muchísimos aspectos más.

También hemos aportado ayuda externa a través de la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos (GOARN) y de equipos médicos de emergencia especializados. 

Además de apoyar a los países también llevamos a cabo un seguimiento de los progresos en todo el mundo. De entre los países que han comunicado datos a la OMS:

el 78% cuenta con un plan de preparación y respuesta;

el 76% dispone de sistemas de vigilancia para la detección de casos;

y el 91% posee capacidades de laboratorio para la realización de pruebas de COVID-19.

Pero siguen existiendo muchas deficiencias en todo el mundo.

Así, solo el 66% de los países cuenta con un sistema de derivación clínica para la atención a pacientes con COVID-19;

solo el 48% tiene un plan para la implicación de la comunidad;

y solo el 48% cuenta con un programa de prevención y control de infecciones y con normas sobre agua, saneamiento e higiene en los centros sanitarios.

En otras palabras, sigue habiendo muchas brechas en las defensas mundiales, y no hay ningún país que esté perfectamente preparado. 

La OMS seguirá colaborando con los países y con la comunidad internacional para cerrar esas brechas y crear capacidades sostenibles para la situación actual y para el futuro.

Pero no estamos solos. Trabajamos con asociados de todo el mundo para aprovechar sus conocimientos expertos y sus redes profesionales.

Esta semana, la OMS y la Unión Internacional de Telecomunicaciones hemos anunciado nuestra colaboración con las compañías de telecomunicaciones para llegar a las personas enviándoles directamente a sus teléfonos móviles mensajes de texto sobre la COVID-19.

Esto ayudará a llegar a la mitad de la población mundial que carece de acceso a internet, inicialmente en la región de Asia-Pacífico y más adelante en todo el mundo.

Instamos a todas las empresas de telecomunicaciones del mundo a que se unan a esta iniciativa para ayudar a desencadenar el potencial de la tecnología de las comunicaciones para salvar vidas.

También hemos emitido un llamamiento con la Organización Mundial del Comercio en el que instamos a los países a garantizar el flujo transfronterizo normal de suministros médicos y otras mercancías y servicios vitales y a resolver las perturbaciones innecesarias de las cadenas de suministro mundiales. 

Debemos garantizar que estos productos lleguen rápidamente a quienes los necesitan, y hacemos hincapié en la importancia de la cooperación en materia de reglamentación y de las normas internacionales.

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Por último, mañana comienza el mes sagrado del Ramadán, por lo que quiero desear a los musulmanes de todo el mundo Ramadan karim.

Es una época de reflexión y comunidad, una oportunidad para ejercer la bondad y la solidaridad.

Hoy he hablado con los ministros de salud de la región del Mediterráneo Oriental.

Les he garantizado que seremos solidarios con ellos, como lo somos con todos los países.

Todos estamos juntos en esto. Y solo lo superaremos juntos. 

Una vez más: Ramadan karim. Shukran yaziilan.