Excelencias, estimados colegas y amigos:
Buenos días, bienvenidos y gracias a todos por su interés en este tema tan importante.
La pandemia de COVID-19 se ha cobrado un enorme peaje en materia de salud mental, peaje que aún estamos tratando de comprender plenamente.
Incluso antes de la pandemia, la OMS estimaba que uno de cada seis adultos en edad laboral sufría algún tipo de trastorno mental.
Las investigaciones encargadas por la OMS indican que, durante la pandemia, la depresión y la ansiedad aumentaron más de un 25%.
Al mismo tiempo, la crisis mundial puso de manifiesto las deficiencias en la capacidad de los países para apoyar la salud mental en el trabajo.
En 2020, solo el 35% de los países señalaron que contaban con programas nacionales de promoción y prevención de la salud mental en relación con el trabajo.
Al igual que los empresarios tienen la responsabilidad de proteger la salud física de sus trabajadores frente a los riesgos para la salud y la seguridad en el trabajo, también tienen la responsabilidad de apoyar su salud mental, y sin embargo esto ha quedado comparativamente relegado a un segundo plano.
El trabajo puede afectar negativamente a la salud mental de muchas maneras, por ejemplo mediante la intimidación y el acoso, la violencia sexual, la desigualdad y la discriminación, el racismo, la sobrecarga de trabajo, la remuneración insuficiente o una cultura tóxica.
Al mismo tiempo, el trabajo puede por sí mismo proteger la salud mental proporcionando un sentido de identidad y propósito y, por supuesto, ingresos. Y para las personas con problemas de salud mental, un buen trabajo puede favorecer la recuperación y la inclusión en la comunidad.
Los empresarios tienen un gran interés económico en promover la salud mental de sus empleados. Se calcula que cada año se pierden 12 000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial aproximadamente US$ 1 billón al año.
Sin embargo, la inversión en salud mental sigue siendo escasa y la estigmatización que la rodea, elevada.
Por término medio, los países gastan alrededor del 2% de su presupuesto sanitario en salud mental, y en algunos países hay tan solo dos trabajadores de salud mental por cada 100 000 habitantes.
Y, sin embargo, las enfermedades mentales figuran entre las principales causas de la carga de morbilidad mundial.
Existen medidas positivas y de eficacia probada para mejorar la salud mental en el trabajo.
A través de las Directrices de la OMS sobre salud mental en el trabajo, la OMS ha elaborado recomendaciones basadas en la evidencia para abordar eficazmente la salud mental en el trabajo. Y, junto con la Organización Internacional del Trabajo, hemos elaborado una reseña normativa para apoyar la aplicación de las recomendaciones.
Sin embargo, esto no es algo que estemos diciendo al resto del mundo que haga. Es algo que nosotros mismos estamos haciendo.
La OMS puede ser un entorno de mucho estrés, especialmente —pero no solo— durante una pandemia.
Durante los últimos tres años, muchos de nuestros funcionarios han trabajado bajo una intensa presión, dedicando largas horas a garantizar que proporcionamos a los países el asesoramiento basado en la evidencia que necesitan para tomar decisiones que pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte.
La Organización ha estado en el ojo del huracán.
Algunos de nuestros funcionarios han sido agredidos públicamente en las redes sociales.
Algunos han sufrido agresiones físicas, otros han sido amenazados y otros han perdido la vida.
Durante el brote de ébola que asoló la República Democrática del Congo durante más de dos años, dos de nuestros funcionarios fueron asesinados por grupos rebeldes que operan en la zona.
Los efectos sobre la salud mental de sus colegas fueron profundos.
Conscientes de que teníamos que hacer más para promover y proteger la salud mental de nuestro personal, hace unos años realizamos una encuesta entre el personal para conocer su opinión sobre sus experiencias, sus necesidades y los servicios que prestamos.
A raíz de los comentarios recibidos, hemos elaborado un programa de salud mental en el trabajo para determinar las necesidades de salud mental de nuestro personal y responder en consecuencia.
Por ejemplo, hemos contratado más asesores, que pueden ofrecer sesiones individuales o de grupo.
También contamos con un programa externo de apoyo psicosocial.
Celebramos periódicamente seminarios web con expertos externos en salud mental sobre temas como la conciliación de la vida laboral y familiar, la gestión del estrés, la gestión de la pérdida y el duelo, la crianza de niños con discapacidad, etcétera.
Hemos lanzado una aplicación móvil para el personal con diversos recursos que le permiten autoevaluar y proteger su propia salud mental y su bienestar.
Y nos hemos asegurado de que los servicios de salud mental y bienestar estén cubiertos por nuestro programa de seguro de enfermedad para el personal.
Permítanme dejarles con tres medidas para mejorar la salud mental en el trabajo:
En primer lugar, los empleadores pueden prevenir las afecciones mentales relacionadas con el trabajo identificando y modificando, mitigando o eliminando los riesgos para la salud mental.
En segundo lugar, los empleadores pueden proteger y promover la salud mental en el trabajo formando a los directivos para que identifiquen las fuentes de estrés laboral y actúen frente a ellas, refuercen las capacidades de gestión y reconozcan y respondan al malestar emocional.
En tercer lugar, los empleadores pueden ayudar a las personas con afecciones de salud mental adaptándose a las necesidades y capacidades del trabajador, ayudando a las personas a reincorporarse al trabajo y poniendo en marcha programas para ayudar a las personas con afecciones de salud mental a acceder al empleo.
En definitiva, invertir en salud mental es invertir en un futuro mejor para los trabajadores de hoy y de mañana.
Porque no hay salud sin salud mental.
Gracias.