Sra. Vaira Vike-Freiberga, Copresidenta del NGIC y ex Presidenta de Letonia, 

Excelentísimos señores presidentes y primeros ministros, 

Querido amigo, Secretario General Sr. Rovshan Muradov, 

Excelencias, 

Distinguidos invitados, estimados colegas y amigos: 

Quiero dar las gracias al Centro Internacional Nizami Ganjavi por reunirnos una vez más. 

Ayer, en la apertura del Debate General, Annalena Baerbock, Presidenta del 80.º periodo de sesiones de la Asamblea General, nos invitó a reflexionar sobre cómo sería el mundo sin las Naciones Unidas. 

Ni la OMS ni las Naciones Unidas, de las que formamos parte, son perfectas. 

Pero no hay alternativa. Sin estas instituciones, el mundo sería un lugar mucho más peligroso, desigual y fragmentado. 

Pensemos en cómo sería sin la OMS: 

En un mundo en que los virus no respetan fronteras: ¿quién vigilaría los brotes y coordinaría la respuesta internacional? 

Durante la pandemia de COVID-19, la desigualdad en el acceso a las vacunas habría sido mucho peor sin la alianza COVAX, de la que formó parte la OMS. 

La pandemia se habría cobrado la vida de muchos millones de personas más, no solo por el virus, sino también por el caos y la desigualdad. 

Continuaríamos padeciendo la lacra de la viruela. 

Cada año, la poliomielitis seguiría causando parálisis a cientos de miles de niños. 

Millones de niños habrían fallecido por enfermedades prevenibles mediante vacunación. 

Y más allá de las emergencias, ¿quién alzaría la voz en nombre de los miles de millones de personas que carecen de acceso a servicios de salud esenciales? 

¿Quién haría el seguimiento de la contaminación del aire y sostendría que la acción climática es también necesaria para proteger la salud de las personas? 

No olvidemos, sin embargo, que la OMS no actúa en solitario. Hay una amplia red de asociados con quienes trabajamos en todos los ámbitos. 

Cuesta imaginar que no hubiera un organismo como la OMS con un papel rector y de coordinación de la arquitectura de la salud mundial. 

Ahora bien, nada de esto ocurre por casualidad. Sucede porque el mundo, a través de la OMS y de las Naciones Unidas, ha optado por la cooperación en lugar del aislamiento. 

Recibimos críticas, algunas justificadas y otras no. No podemos negar que existen problemas como la burocracia, la ineficiencia y la falta de agilidad. 

Pero la solución no es socavar ni debilitar el multilateralismo, sino reforzarlo. 

Debemos fortalecer las instituciones que sostienen el sistema mundial, no abandonarlas justo cuando más las necesitamos. 

En la OMS, la reforma es un proceso constante. Cuando asumí el cargo de Director General, hace más de ocho años, diseñamos y aplicamos el conjunto de reformas más importante de la historia de la Organización. 

Por ejemplo, introdujimos cambios en su financiación que han ayudado a atenuar el impacto de los recortes presupuestarios sufridos este año. 

El multilateralismo no es un lujo: es una necesidad. 

La OMS y las Naciones Unidas nacieron tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se constató que la única alternativa al conflicto internacional era la cooperación a escala mundial. 

La Constitución de la OMS se convirtió en el primer instrumento de derecho internacional en afirmar que la salud es un derecho humano fundamental. 

Y fue más allá: estableció que la salud es un requisito esencial para lograr la paz y la seguridad. 

Esa convicción sigue siendo tan válida hoy como hace 77 años. 

En estos tiempos de división y confrontación, la salud es uno de los pocos ámbitos en los que países que, de otro modo, serían rivales políticos y económicos pueden trabajar juntos para adoptar un enfoque común frente a amenazas comunes. 

El mejor ejemplo es el Acuerdo sobre Pandemias, que los Estados Miembros de la OMS adoptaron en la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de este año. 

Tras tres años y medio de negociaciones, los países del mundo demostraron que todavía pueden colaborar y encontrar puntos de encuentro con un objetivo común. 

La adopción de este Acuerdo fue verdaderamente histórica y demostró que el multilateralismo está vivo y goza de buena salud. 

La OMS, al igual que las Naciones Unidas, es una plataforma en la que todos los países tienen voz: grandes y pequeños, ricos y pobres. Es donde convertimos la salud en un derecho, y no solo en un privilegio. 

No olvidemos, pues, lo que hemos logrado juntos. No dejemos que la frustración nos impida reconocer nuestros progresos. Y renovemos nuestro compromiso con la idea de que, unidos, podemos superar desafíos que ningún país puede afrontar en solitario. 

Muchas gracias.