Altezas, Excelencias,
Estimados colegas y amigos:
Assalamu'alaikum warahmatullahi wabarakatuh.
Doy las gracias a Vuestras Altezas por su hospitalidad, por su firme apoyo a la Organización Mundial de la Salud y a la salud mundial, y por esta oportunidad de dirigirme a ustedes en el día de hoy.
Es un gran placer estar de nuevo en Dubái. Tuve el honor de estar aquí en diciembre del año pasado para la COP28 —la primera COP en la que se dedicó una jornada específicamente a la salud— y agradezco a los Emiratos Árabes Unidos (EAU) su liderazgo a la hora de dar a la salud un lugar tan destacado en el programa de acción para el clima. Ha sido una iniciativa pionera. Gracias, Emiratos Árabes Unidos, por explorar ese camino.
Ciento cuarenta y siete países firmaron la Declaración sobre Clima y Salud de los EAU en la COP28, en la que se reconocía que la crisis climática era una crisis de salud.
En particular, doy las gracias a los Emiratos Árabes Unidos por su apoyo al Centro Logístico Mundial de la OMS de Dubái, que se ha convertido en una parte esencial de la respuesta operativa de la OMS a las emergencias sanitarias en todo el mundo.
El año pasado, el centro distribuyó suministros médicos destinados a 50 millones de personas en situaciones de emergencia en 81 países, en todas las regiones del mundo, como el Afganistán, el Chad, Fiji, Haití, Papua Nueva Guinea, Sri Lanka, Ucrania, Venezuela y el Yemen, entre muchos otros.
Desde que el centro de Dubái abrió sus puertas en 2015, su superficie se ha multiplicado por 7 y ha pasado de ocupar 3000 metros cuadrados a ocupar 20 000 metros cuadrados.
En efecto, el centro desempeña actualmente una función vital en nuestra respuesta a varias emergencias en todo el mundo, en especial la actual crisis en Gaza.
Hasta ahora, hemos entregado 447 toneladas de suministros médicos a Gaza, pero eso solo es una gota de agua en el océano de la necesidad, que sigue aumentando cada día.
Solo 15 de los 36 hospitales de Gaza siguen funcionando parcial o mínimamente.
Los trabajadores de la salud hacen todo lo posible en circunstancias imposibles.
Me preocupan especialmente los recientes ataques contra Rafah, donde la mayoría de la población de Gaza ha huido para escapar de la destrucción en el norte.
La OMS sigue pidiendo el acceso de personal y suministros humanitarios en condiciones de seguridad;
Seguimos pidiendo la liberación de los rehenes retenidos por Hamás;
Y seguimos pidiendo un alto el fuego.
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Excelencias:
El 12 de febrero de 2018, hace exactamente seis años, estuve en este estrado y dije que el mundo no estaba preparado para una pandemia, y expresé mi preocupación por que pudiera producirse una pandemia en cualquier momento.
Como recordarán, menos de dos años después, en diciembre de 2019, estalló la pandemia de COVID-19 y, en efecto, el mundo no estaba preparado.
Hoy estoy ante ustedes, después de la COVID-19,
Que causó millones de fallecidos
Y provocó perturbaciones sociales, económicas y políticas que siguen sintiéndose en la actualidad.
Aunque se han logrado algunos avances, como las mejoras en la vigilancia, el Fondo contra Pandemias, la creación de capacidades en la producción de vacunas y el examen periódico que hemos puesto en marcha, el mundo todavía no está preparado para una pandemia.
El ciclo de pánico y desatención empieza a repetirse.
Las dolorosas lecciones que aprendimos corren el peligro de ser olvidadas a medida que la atención se centra en las muchas otras crisis a las que se enfrenta nuestro mundo.
Pero si no aprendemos esas lecciones, lo pagaremos muy caro la próxima vez.
Y habrá una próxima vez. La historia nos enseña que la cuestión no es si habrá una nueva pandemia, sino cuándo estallará.
Podrá estar causada por un virus gripal, o por un nuevo coronavirus, o por un nuevo patógeno que aún no conocemos —la «enfermedad X».
Últimamente se ha prestado mucha atención a la enfermedad X, pero, en realidad, no es nada nuevo.
Utilizamos por primera vez la expresión «enfermedad X» en 2018 (el mismo momento en que intervine en la Cumbre Mundial de Gobiernos) como marcador o comodín para referirnos a una enfermedad de la que aún no tenemos conocimiento, pero para la que, sin embargo, podemos prepararnos.
La COVID-19 fue una enfermedad X: una nueva enfermedad causada por un agente patógeno nuevo.
Pero habrá otra enfermedad X, o una enfermedad Y, o una enfermedad Z.
Y, tal como están las cosas, el mundo sigue sin estar preparado para la próxima enfermedad X, ni para la próxima pandemia.
Si estallara mañana, nos enfrentaríamos a muchos de los problemas a los que ya nos enfrentamos con la COVID-19.
Por esta razón, en diciembre de 2021, los Estados Miembros de la OMS se reunieron en Ginebra y acordaron elaborar un acuerdo internacional sobre la preparación y respuesta frente a las pandemias —un pacto jurídicamente vinculante para trabajar juntos con el fin de mantenernos sanos y seguros entre todos.
Los países se fijaron un plazo para ultimar el acuerdo a tiempo para su adopción en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de este año.
Solo faltan 15 semanas.
Sin embargo, actualmente existen dos grandes obstáculos para cumplir ese plazo.
El primero lo constituye una serie de cuestiones sobre las que los países aún no han llegado a un consenso.
Van avanzando, pero todavía quedan diferencias que exigen más negociaciones entre los países.
Ninguna de ellas es insuperable. Confío en que, si los países escuchan las preocupaciones de los demás, podrán hallar un terreno común y un enfoque común.
El segundo gran obstáculo es la letanía de mentiras y teorías conspirativas sobre el acuerdo:
Que si es una acumulación de poder por parte de la Organización Mundial de la Salud;
Que cederá soberanía a la OMS;
Que concederá a la OMS la facultad de imponer confinamientos o la vacunación obligatoria a los países;
Que es un «ataque a la libertad»;
Que la OMS no permitirá que la gente viaje;
Y que la OMS quiere controlar la vida de las personas.
Estas son algunas de las mentiras que se difunden.
Serían divertidas si no fueran tan peligrosas.
Pero ponen en riesgo la salud de los habitantes del mundo, y eso no es un asunto que deba tomarse a broma.
Esas afirmaciones son total, completa y categóricamente falsas. El acuerdo sobre pandemias no otorgará a la OMS ningún poder sobre ningún Estado ni sobre ninguna persona.
Quien afirme tal cosa está mal informado o miente.
Pero no lo crean solo porque yo lo digo. El proyecto de acuerdo está a disposición de quien quiera leerlo en el sitio web de la OMS.
Y nadie que lo lea encontrará una sola frase ni una sola palabra que conceda a la OMS poder alguno sobre los Estados soberanos.
Como saben, los países incluso hablan de la IA soberana, como hemos visto en el debate anterior, en el mismo sentido. Los países mantendrán su soberanía.
Porque son los propios Estados soberanos los que redactan el acuerdo. ¿Por qué convendrían en ceder soberanía a la OMS?
No podemos permitir que este acuerdo histórico, este hito en la salud mundial, sea saboteado por quienes difunden mentiras, ya sea de manera deliberada o por desconocimiento.
Permítanme ser claro: la OMS no impuso nada a nadie durante la pandemia de COVID-19. Ni los confinamientos, ni el uso obligatorio de la mascarilla, ni la vacunación obligatoria.
No tenemos la facultad para hacer eso, no queremos tenerla y no estamos tratando de conseguirla.
Nuestro trabajo consiste en apoyar a los gobiernos con orientaciones basadas en la evidencia, con asesoramiento y, cuando es necesario, con suministros, para ayudarles a proteger a su población.
Pero ellos toman las decisiones. Y también las toman ellos en el caso del acuerdo sobre pandemias.
Lo han redactado países, está orientado a países y será aplicado por los países con arreglo a su legislación nacional.
De hecho, la OMS ni siquiera será parte en el acuerdo. Las partes son gobiernos y nada más que gobiernos.
Lejos de ceder soberanía, el acuerdo en realidad afirma la soberanía nacional y la responsabilidad nacional en sus principios fundacionales.
De hecho, el acuerdo es, en sí mismo, un ejercicio de soberanía.
Trata de los compromisos que los países asumen para mantenerse más sanos y seguros entre todos en caso de pandemia.
Y en él se reconoce que solo pueden lograr ese objetivo trabajando juntos.
Permítanme contarles lo que sí dice el acuerdo. Se trata de un conjunto de compromisos asumidos por los países para reforzar las defensas mundiales en varios ámbitos:
Fortalecimiento de la prevención con el enfoque «Una sola salud»;
Los trabajadores de la salud y asistenciales;
La investigación y desarrollo;
El acceso a vacunas y otros productos;
Y el intercambio de información, tecnología y muestras biológicas,
Entre muchos otros.
Ahora les pregunto: ¿qué tienen de problemático esos compromisos?
¿Hay alguien que piense que los países no deberían cooperar?
¿Alguien cree que los países no deberían compartir información?
¿Alguien cree que algunas personas son más merecedoras que otras del acceso a las vacunas y otros instrumentos?
En nuestro mundo interconectado e interdependiente, los países solo pueden mantenerse sanos y seguros si trabajan juntos.
En ese sentido, el acuerdo sobre pandemias es un compromiso con la seguridad nacional. Es algo que redunda en el propio interés nacional de cada país.
Porque los patógenos no respetan las líneas que los humanos trazan en los mapas, ni el color de nuestros políticos, el tamaño de nuestras economías o la fuerza de nuestro ejército.
Pese a todo lo que nos diferencia, somos una sola humanidad, la misma especie, compartimos el mismo ADN y el mismo planeta.
No tenemos más futuro que un futuro compartido.
Las amenazas comunes, por lo tanto, exigen una respuesta común.
Por ese motivo es tan importante este acuerdo sobre pandemias.
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Altezas, Excelencias:
La pandemia de COVID-19 infligió enormes pérdidas a las comunidades, los países, las empresas y las economías.
Esas pérdidas no deben ser en vano y no deben repetirse.
Es posible, o incluso probable, que nos enfrentemos a otra pandemia en nuestras vidas.
No podemos saber qué nivel de gravedad tendrá, pero sí podemos estar preparados.
¿Estamos preparados en este momento? Aún no.
Por ello el acuerdo sobre pandemias es fundamental para la humanidad.
Es un pacto con el futuro, para no exponer a las generaciones que nos siguen al mismo sufrimiento que nosotros padecimos.
Si el acuerdo hubiera estado en vigor antes de la COVID-19, no habríamos sufrido tantas pérdidas.
Ahora es el momento de que los dirigentes de los niveles más altos del gobierno presenten el acuerdo sobre pandemias a la Asamblea Mundial de la Salud que se celebrará dentro de 15 semanas.
Ha llegado el momento de decir «no» a la inequidad;
De decir «no» a las mentiras y la información errónea;
Y de decir «sí» a la cooperación internacional;
De decir «sí» a la equidad;
Y de decir «sí» a la solidaridad.
Como generación que vivió la COVID-19, tenemos la responsabilidad colectiva de evitar a las generaciones futuras el sufrimiento que padecimos.
Que quede grabado en la historia que estuvimos a la altura de esa responsabilidad y que hicimos del mundo un lugar más saludable, seguro y justo.
Shukran jazeelan. Gracias.