Soledad y aislamiento: la amenaza oculta para la salud mundial que ya no podemos desoír

14 de julio de 2025

En todo el mundo, una amenaza invisible aumenta el riesgo de enfermedad, acortando vidas y deshilachando el tejido de nuestras comunidades. La desconexión social –cuando una persona carece de suficiente contacto social, no se siente apoyada en sus relaciones o experimenta vínculos negativos o tensos– es un peligro cada vez más grave, pero a menudo olvidado, para la salud y el bienestar.  Existen varias formas de desconexión social, entre ellas la soledad y el aislamiento social.

En la actualidad, casi una de cada seis personas a escala mundial afirma sentirse sola. Entre los adolescentes y los adultos jóvenes, así como entre las personas que viven en países de renta baja, la tasa es aún mayor. Pero la soledad y el aislamiento social no son solo estados emocionales, también pueden ser letales. Entre 2014 y 2019, la soledad se asoció a más de 871 000 muertes anuales, lo que equivale a 100 muertes por hora. Ahora tenemos pruebas irrefutables de que la salud social –nuestra capacidad para establecer y mantener vínculos humanos positivos– es tan esencial para nuestro bienestar como la salud física y mental. Sin embargo, se ha desatendido durante demasiado tiempo en los sistemas de salud y entre los responsables políticos.

El informe  de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social  llega un mes después de que la Asamblea Mundial de la Salud adoptara la primera resolución sobre conexión social. El informe constituye un punto de inflexión en esta grave amenaza para la salud mundial y pone de relieve la necesidad de un liderazgo y una acción decisivos. El informe de la Comisión traza un camino claro con estrategias basadas en la evidencia para revertir esa lacra y reforzar los vínculos que permiten prosperar a las personas y las sociedades.

Los seres humanos estamos predispuestos a las conexiones humanas. Desde los primeros años de vida, las relaciones moldean nuestro cerebro, nuestras emociones y nuestras posibilidades de llevar una vida saludable. Por el contrario, la desconexión, ya sea por soledad o por aislamiento social, puede tener efectos devastadores: aumenta el riesgo de cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, depresión, ansiedad, demencia y muerte prematura. También puede dar lugar a un bajo rendimiento escolar y laboral, y suponer un coste de miles de millones al año a las economías y sociedades.

Pero la buena noticia es que existen soluciones. El informe de la Comisión presenta intervenciones eficaces, desde políticas nacionales y programas comunitarios hasta campañas y estrategias de apoyo a las personas. Asimismo, pone de relieve distintos ejemplos de resultados notables: el apoyo entre pares para las personas mayores con bajos ingresos en Sudáfrica; la «prescripción social» de actividades para adultos mayores en la República de Corea, como la narración de cuentos a través de música, la jardinería y los grupos de autoayuda; la integración de la conexión social en una política de desarrollo más amplia en Djibouti; su incorporación como parte de las políticas de envejecimiento en Albania y de la política de salud mental en España; el establecimiento de estrategias nacionales específicas en países como Alemania, Dinamarca, Finlandia, el Japón, los Países Bajos y Suecia; y campañas para fomentar pequeños actos de bondad en Australia, los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Hacemos un llamamiento a todos los países para que den prioridad a la conexión social.

No se trata solo de la salud y el bienestar de las personas. La conexión social también es una piedra angular de la prosperidad económica, la resiliencia nacional y la cohesión social. Las sociedades que fomentan la confianza y la conexión son más innovadoras, más seguras y más capaces de responder a las crisis. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto esta realidad. Cuando los confinamientos forzaron la separación física, la necesidad humana de conexión se hizo evidente, y también los costes de su ausencia.

La Comisión de la OMS propone una hoja de ruta mundial basada en cinco pilares fundamentales: políticas, investigación, intervenciones, medición y compromiso.

Las acciones clave que propone son las siguientes: poner en marcha políticas nacionales que integren la conexión social en los programas de salud, educación y trabajo; invertir en investigación para comprender mejor qué funciona; ampliar las intervenciones culturalmente pertinentes y costoeficaces; recopilar mejores datos para hacer un seguimiento del problema y medir los avances; y crear un movimiento mundial para cambiar las actitudes y reducir la estigmatización.

Es fundamental que este movimiento incluya las voces de quienes han sufrido el dolor de la soledad y el aislamiento social, ya que son los que comprenden cómo deben ser las soluciones reales.

Como líderes, no podemos permitirnos permanecer pasivos. Cada día que retrasamos la acción es un día más de potencial perdido, sufrimiento innecesario y muertes evitables. Pero si actuamos con valentía, de forma colaborativa y compasiva, y a gran escala, podemos construir sociedades más saludables, más conectadas y más resilientes.

La salud social no es un lujo. Es una necesidad humana. Y ahora, más que nunca, debe ser una prioridad política.

El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus es Director General de la Organización Mundial de la Salud; la Sra. Chido Mpemba es Copresidenta  de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social, Asesora sobre Juventud y Mujeres del Presidente de la Unión Africana;  el Dr. Vivek Murthy es Copresidente de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social, y fue el 19.º y 21.º Director General de Sanidad de los Estados Unidos de América.

Autores

Dr Tedros Adhanom Ghebreyesus

Director General
OMS

Sra. Chido Mpemba

Zimbabwe
Copresidenta de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social

Dr. Vivek Murthy

Estados Unidos
Director General de Sanidad de los Estados Unidos

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