¿Cómo actúan las vacunas?

25 de febrero de 2025

Puede obtener más información sobre vacunas, desde cómo actúan hasta cómo se producen, en la serie de la OMS «Las vacunas explicadas». 

Los microbios están en todo nuestro entorno, en el medio ambiente circundante y en nuestro organismo. Cuando una persona es vulnerable y se ve expuesta a un organismo nocivo, este puede provocar enfermedad o incluso la muerte. 

El organismo tiene muchas formas de defenderse contra los agentes patógenos (organismos causantes de enfermedades). La piel, las mucosas y los cilios (órganos microscópicos filiformes que expulsan los residuos de los pulmones) actúan como barreras físicas para impedir que los patógenos entren en el organismo.  

Cuando un patógeno infecta el organismo, nuestras defensas, o sea el sistema inmunitario, se activan, y atacan y destruyen el patógeno o lo reducen. 

Respuesta natural del organismo humano  

Un patógeno es una bacteria, un virus, un parásito o un hongo que puede causar enfermedad. Cada patógeno consta de varias partes, por lo general exclusivas de ese patógeno específico y de la enfermedad que causa.  

La parte de un patógeno que provoca la formación de anticuerpos se denomina antígeno. Los anticuerpos producidos en respuesta al antígeno del patógeno son una parte importante del sistema inmunitario.  

Se puede considerar que los anticuerpos son los soldados del sistema de defensa del organismo. Cada anticuerpo del sistema inmunitario, o soldado, está entrenado para reconocer un antígeno específico. En el organismo tenemos miles de anticuerpos diferentes. Cuando el organismo humano se expone a un antígeno por primera vez, el sistema inmunitario tarda en responder y producir anticuerpos específicos contra ese antígeno.  

Mientras tanto, la persona es vulnerable a la enfermedad.  

Una vez que se producen los anticuerpos específicos del antígeno, estos trabajan con el resto del sistema inmunitario para destruir el patógeno y detener la enfermedad. Los anticuerpos que protegen contra un patógeno dado no suelen proteger contra otro, salvo que dos patógenos sean muy similares entre sí, como los primos. Una vez que el organismo ha producido anticuerpos en su respuesta primaria a un antígeno, también crea células de memoria generadoras de anticuerpos, que se mantienen vivas aun después de que los anticuerpos hayan derrotado al patógeno. Si el organismo se ve expuesto más de una vez al mismo patógeno, la respuesta del anticuerpo es mucho más rápida y eficaz que la primera vez, dado que las células de memoria están listas para movilizar los anticuerpos contra ese antígeno. 

Esto significa que si una persona se ve expuesta a ese patógeno peligroso en el futuro, su sistema inmunitario podrá responder inmediatamente para protegerla contra la enfermedad.  

 

 

¿Cómo ayudan las vacunas  a combatir las enfermedades? 

Las vacunas contienen partes atenuadas o inactivadas de un organismo específico (antígeno) que provoca una respuesta inmunitaria en el organismo. Otras vacunas contienen bacterias o virus atenuados o reconstituidos en su totalidad. Las vacunas más recientes contienen las «instrucciones» para producir antígenos (ADN o ARN), en lugar del antígeno en sí mismo. Independientemente de que la vacuna contenga el antígeno o las instrucciones para que el organismo lo produzca, esa versión atenuada no provocará la enfermedad en la persona vacunada, sino que inducirá al sistema inmunitario a responder como lo hubiese hecho en su primera reacción ante el patógeno real. 

 


Algunas vacunas requieren la administración de múltiples dosis a intervalos de semanas o meses. En ocasiones, ello es necesario para posibilitar la producción de anticuerpos de larga vida y el desarrollo de células de memoria. De esa forma, el organismo se prepara para combatir el microorganismo específico causante de la enfermedad y recordar el patógeno para combatirlo rápidamente si ello fuera preciso en el futuro. 

Inmunidad colectiva

Cuando una persona está vacunada contra una enfermedad, lo normal es que esté protegida contra ella. Ahora bien, no todas las personas pueden vacunarse. Es posible que algunas de esas personas, con enfermedades preexistentes que debilitan el sistema inmunitario (como el cáncer o la infección por el VIH) o quienes tienen alergias graves a algún componente de las vacunas,  no puedan vacunarse de determinadas vacunas.  Pese a ello, esas personas pueden estar protegidas si viven con personas que sí están vacunadas.  

Cuando muchas personas de una comunidad están vacunadas, la circulación del patógeno se torna difícil porque la mayoría de las personas están inmunizadas. Por consiguiente, cuantas más personas estén vacunadas, menos probable será que una persona que no pueda protegerse mediante vacunación corra el riesgo de verse expuesta a patógenos dañinos. Esto se denomina inmunidad colectiva. 

La inmunidad colectiva es especialmente importante no solo para las personas que no pueden vacunarse, sino también para las que son más vulnerables a las enfermedades contra las que se vacuna. Ninguna vacuna proporciona por sí sola una protección del cien por ciento, además, la inmunidad colectiva no ofrece protección total a quienes no pueden vacunarse en condiciones de  seguridad, si bien les ofrece un grado sustancial de protección, dado que las personas de su entorno están vacunadas. 

La vacunación no solo le protege a usted, sino también a las personas de la comunidad que no pueden vacunarse. Si puede, vacúnese. 

Las vacunas: herramientas poderosas para erradicar las enfermedades

A lo largo de la historia, los seres humanos han conseguido desarrollar vacunas contra algunas enfermedades potencialmente mortales, como la viruela, la meningitis, el tétanos, el sarampión y la poliomielitis (poliovirus salvaje). Apoyándose en el éxito de la erradicación de la viruela –  certificada por la OMS en 1980 gracias a las campañas mundiales de vacunación y vigilancia –, varias iniciativas de ámbito mundial para erradicar o combatir otras enfermedades, como la poliomielitis, han logrado importantes avances a la hora de reducirlas.

A principios del siglo XX la poliomielitis era una enfermedad extendida a nivel mundial que causaba parálisis en cientos de miles de personas cada año. Ya en 1950 se habían desarrollado dos vacunas eficaces contra la enfermedad. No obstante, en algunas regiones del mundo, en particular en África, la vacunación aún no estaba suficientemente extendida como para detener la propagación de la poliomielitis.  

En la década de 1980 se puso en marcha una iniciativa mundial conjunta para erradicar la poliomielitis en todo el mundo. Durante muchos años y varias décadas, la vacunación contra la poliomielitis, realizada mediante visitas sistemáticas de inmunización y campañas de vacunación masiva, se ha llevado a cabo en todos los continentes. Millones de personas, en su mayoría niños, han sido vacunadas y en agosto de 2020 se certificó que el continente africano estaba libre de poliovirus salvaje, al igual que todas las demás regiones del mundo, a excepción del Pakistán y el Afganistán, donde la poliomielitis aún no se ha erradicado. 

Los países también han avanzado considerablemente en la eliminación del sarampión, una enfermedad muy contagiosa. Antes de que se introdujera la vacuna contra el sarampión en 1963, cada pocos años se producían grandes epidemias que causaban unos 2,6 millones de muertes al año, principalmente entre niños pequeños.  

Entre 2000 y 2023, la vacunación contra el sarampión evitó unos 60 millones de muertes. No obstante, siguen produciéndose brotes epidémicos en zonas donde hay niños que no están vacunados. Mantener una elevada cobertura de inmunización sigue siendo la mejor manera de protegerse contra la enfermedad y evitar su propagación.  

La vacunación fortalece a las comunidades 

Al prevenir enfermedades, las vacunas contribuyen a que las comunidades gocen de buena salud y sean  más productivas.  

La vacunación reduce la carga que soportan las familias y los sistemas de salud al disminuir las visitas al hospital y los gastos médicos. Los niños sanos pueden ir a la escuela con regularidad, aprender mejor y crecer en condiciones de desarrollar todo su potencial. Las vacunas también ayudan a los adultos a mantenerse sanos y a disfrutar de una vida plena, lo que favorece el cumplimiento de sus objetivos profesionales y el cuidado de sus seres queridos. 

La vacunación contribuye a crear una sociedad más justa en la que todos tengan más oportunidades para prosperar.