“Puedo soportar las dificultades económicas y las largas horas de trabajo, pero cuando a eso se añade la creciente inseguridad y el ruido aterrador de las bombas, lo que deseo es marcharme del Yemen para garantizar la seguridad de mi familia”, comenta el Dr. Mohammed Al-Kholaidi, que trabaja en el Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública y Población del Yemen.

El Dr. Al-Kholaidi tiene dos másteres, un doctorado en salud mental y enfermedades neurológicas y ocho años de experiencia profesional. Es, por tanto, un profesional valioso para el debilitado sistema de salud del Yemen. Si se marcha, el país perderá a un médico más. Actualmente hay aproximadamente 3 médicos para 10 000 habitantes, en comparación, por ejemplo, con Suiza, que cuenta con 40 doctores para el mismo número de personas.
Desde marzo de 2015 el conflicto en el Yemen se ha agravado, lo que ha contribuido a llevar al sistema de salud al borde del colapso. La inseguridad, los cortes en el suministro de energía eléctrica y la falta de combustible para los grupos electrógenos y las ambulancias han obligado a cerrar casi uno de cada cuatro establecimientos de salud.
Muchos profesionales sanitarios han huido ya del país. El suministro de medicamentos y material médico se ha interrumpido. La escasez de fondos está afectando a la capacidad del Gobierno para mantener en funcionamiento los establecimientos sanitarios y a la capacidad de los pacientes para pagar los servicios recibidos.
Al dispensario donde trabaja el Dr. Al- Kholaidi afluyen constantemente personas en busca de tratamiento y apoyo. Muchas padecen ansiedad, depresión, insomnio crónico, estrés postraumático o trastorno obsesivo-compulsivo.
“Yo también estoy sufriendo indirectamente un trauma, pues atiendo a decenas de pacientes todos los días. Las historias que me cuentan son muy duras y la situación de la población está empeorando.”
Dr. Al-Kholaidi, Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública y Población del Yemen
La OMS calcula que, en los conflictos armados del mundo entero, un 10% de la población que está viviendo acontecimientos traumáticos tendrá problemas graves de salud mental, y otro 10% padecerá afecciones, como depresión, ansiedad, insomnio y dolor de espalda, que menoscabarán su funcionamiento.
El propio Dr. Al-Kholaidi está traumatizado. “Yo también estoy sufriendo indirectamente un trauma, pues atiendo a decenas de pacientes todos los días. Las historias que me cuentan son muy duras y la situación de la población está empeorando”, explica.
El Dr. Al-Kholaidi teme por la seguridad de su familia, y por eso está a punto de abandonar un país que ama y una carrera que le ha llevado años construir. Si no puede ayudar a las personas que viven en el Yemen, podrá prestar apoyo en otros lugares. Si tiene la oportunidad de trabajar como médico, querría ayudar a migrantes y refugiados a integrarse en un nuevo país.
Apoyo de la OMS en relación con la salud mental y con otros temas de salud
Las actividades relacionadas con la salud mental y el apoyo psicosocial a los pacientes y a los trabajadores sanitarios son un componente fundamental de la labor de la OMS en el Yemen. El país cuenta actualmente con tan solo 40 especialistas en psiquiatría, la mayoría de los cuales se encuentran en Sana’a, la capital.
Para aportar ayuda, la OMS está formando a trabajadores sanitarios y comunitarios fuera de la capital en el tratamiento de trastornos mentales con ayuda de la guía de intervenciones del Programa de acción de la OMS para superar la brecha en salud mental, a fin de ampliar los servicios de salud mental en todo el país.
Además de la atención de salud mental, la OMS y sus asociados prestan asistencia sanitaria a más de doce millones de personas; esa asistencia está relacionada, entre otras cosas, con:
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la entrega de suministros y equipo médicos, en particular para tratar los casos graves de enfermedades no transmisibles, como cardiopatías y diabetes;
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la vacunación contra enfermedades como el sarampión, la rubéola y la poliomielitis;
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la prevención de enfermedades transmitidas por vectores, como el paludismo;
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la prestación de atención primaria de salud integrada, con inclusión de servicios de salud mental;
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el apoyo al tratamiento de traumatismos relacionados con el conflicto (por ejemplo, mediante el despliegue de equipos y suministros quirúrgicos);
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el apoyo a dispensarios móviles y a servicios de divulgación en materia de salud reproductiva, materna y del recién nacido;
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el refuerzo de la vigilancia de enfermedades y la respuesta a brotes.