Contaminación del aire: reducción de la presencia de los contaminantes climáticos de vida corta

13 de noviembre de 2024 | Preguntas y respuestas

Los contaminantes climáticos de vida corta (SLCP, por sus siglas en inglés), presentes en la contaminación del aire ambiente (exterior) o del aire doméstico (interiores), repercuten sobremanera en el cambio climático, pese a que solo permanecen en el aire por un corto espacio de tiempo, que puede oscilar entre unos pocos días y alrededor de un decenio. El hecho de que sean de vida corta implica que, si adoptamos ahora medidas contundentes para reducir las emisiones, podremos mejorar rápidamente la calidad del aire y frenar el ritmo al que avanza el cambio climático a corto plazo.

Los principales SLCP con efectos directos para la salud incluyen el carbono negro («hollín»), el metano y el ozono, que contribuyen todos ellos a una contaminación del aire nociva para la salud y al calentamiento del planeta. El carbono negro es un componente de la materia particulada fina, el contaminante atmosférico más frecuentemente asociado a muertes prematuras y a la morbilidad. El ozono tiene importantes efectos adversos en la salud respiratoria, mientras que el metano contribuye a la formación de ozono. Según los expertos en la esfera de la mitigación, la adopción de medidas enérgicas para reducir las emisiones de SLCP podría frenar en no menos de 0,6 ⁰C el ritmo al que avanza el calentamiento climático en los próximos decenios. Aun así, conviene subrayar que las medidas de reducción de los SLCP no sustituyen las intervenciones necesarias para reducir las emisiones de CO2 de vida más larga en aras de la estabilización climática, sino que las complementan.

Las fogatas y fuegos al aire libre (incluidos los incendios forestales, la quema deliberada de árboles o de maleza, y la quema de residuos procedentes de las cosechas o de origen urbano) son la fuente principal de emisiones de carbono negro. La quema de combustibles en los hogares y el transporte representan aproximadamente el 77% de las emisiones de carbono negro procedentes de actividades humanas relacionadas con la producción y el consumo de energía. Las emisiones asociadas a la combustión de gasóleo, biomasa y queroseno figuran entre las fuentes que presentan una mayor concentración de carbono negro; son, en consecuencia, fuentes prioritarias desde el punto de vista de la reducción de las emisiones que contribuyen al cambio climático a corto plazo.

Las emisiones de partículas procedentes de otras fuentes, como las centrales eléctricas de carbón, también contienen carbono negro. No obstante, los esfuerzos de mitigación destinados a reducir las partículas finas provenientes de otras fuentes pueden tener, evidentemente, efectos beneficiosos para la salud y contribuir a la reducción de las emisiones de CO2, repercutiendo así en el cambio climático a más largo plazo.

El ozono no se emite de manera directa sino que se forma tras la interacción de una serie de contaminantes precursores en presencia de la luz solar. Entre los principales precursores del ozono encontramos el metano, los óxidos de nitrógeno, los compuestos orgánicos volátiles y el monóxido de carbono. El ozono es el segundo SLCP con más efectos adversos en la salud respiratoria; puede causar desde cambios en la función pulmonar o una mayor incidencia del asma hasta muertes prematuras. El metano es, de por sí, un potente SLCP; las emisiones de este gas proceden principalmente del sector agrícola –por ejemplo, la actividad ganadera– y del sector de la gestión de desechos, aunque también puede ser un subproducto de la extracción y distribución de combustibles fósiles. Las emisiones de metano afectan a la salud en la medida en que intervienen en la formación de ozono.

Dado que los SCLP contribuyen a los niveles del ozono y de las partículas PM2.5 en el aire ambiente, sus emisiones están directamente asociadas a las enfermedades cardiovasculares y del aparato respiratorio, como las cardiopatías, las enfermedades pulmonares, las infecciones respiratorias y el cáncer de pulmón. Así, las emisiones de SLCP son en gran medida responsables de los más de siete millones de muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire que se registran cada año.

Indirectamente, algunos SLCP, como el ozono, pueden reducir la fotosíntesis y el crecimiento de las plantas, con la consiguiente disminución de los niveles de cosecha, lo que a su vez constituye una amenaza para la seguridad alimentaria. El ozono y el carbono negro pueden influir también en las características meteorológicas y acelerar el derretimiento de la nieve y el hielo, dando lugar a fenómenos climatológicos extremos, como las inundaciones, que pueden impactar negativamente en la salud y exponerla a importantes amenazas.

Dado que la mitigación de los efectos de los SLCP se entiende como complementaria a la reducción de las emisiones de CO2, las mismas estrategias consideradas para estabilizar el clima y proteger la salud de las generaciones futuras también se han examinado desde el punto de vista de su potencial para reducir las emisiones de CO2. Se han identificado cuatro estrategias que parecen presentar el mayor potencial para salvaguardar la salud, así como para mitigar los efectos de los SLCP y reducir las emisiones de CO2.

  • Las políticas e inversiones que, en las ciudades densas, favorecen medios de transporte rápidos y redes para peatones y ciclistas pueden fomentar de múltiples maneras la salud, por ejemplo logrando una menor exposición a la contaminación del aire, reduciendo el riesgo de sufrir traumatismos y ofreciendo más oportunidades para realizar desplazamientos activos y seguros.
  • Promover una alimentación más sana, rica en alimentos de origen vegetal y pobre en carnes rojas y procesadas, entre las poblaciones de mayores ingresos expuestas al riesgo de padecer diversas enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación tendrá consecuencias positivas para la salud, al tiempo que contribuirá a reducir las emisiones.
  • Asegurar la disponibilidad y promover el uso de cocinas y combustibles limpios y eficientes, así como de fuentes de energía menos contaminantes, entre los cerca de 2800 millones de hogares de ingreso bajo que actualmente utilizan combustibles sólidos para calentarse y cocinar.
  • Reducir las emisiones de los vehículos, tanto las de partículas como las de precursores del ozono (por ejemplo, NO2), implantando normas más estrictas en materia de emisiones de los vehículos y combustibles.

El informe describe, además de estas cuatro medidas, muchas otras estrategias para combatir los SLCP que también ofrecen importantes beneficios para la salud, como por ejemplo: mejores estrategias para la gestión de desechos; mejoras en la eficiencia energética de viviendas y edificios; la eliminación gradual de las lámparas de queroseno y el fomento del uso de fuentes de luz y energía menos contaminantes, como las energías renovables, en residencias y dispensarios de salud; la promoción de unas industrias del ladrillo y unos hornos de coque más limpios; etc. Con medidas como estas se pueden reducir muchos otros tipos de riesgos para la salud, como las enfermedades asociadas a malas condiciones de habitabilidad (calor extremo, frío o humedad); enfermedades relacionadas con el saneamiento; contaminación del aire por vapores de queroseno o procedentes de generadores; enfermedades relacionadas con el trabajo, etc.

Algunas opciones de vida individuales, sencillas de adoptar, pueden repercutir también positivamente en la reducción de las emisiones y contribuir así a una mejor salud. Aunque las decisiones en materia de políticas conforman el grueso de las medidas de mitigación, las decisiones individuales que tomamos en cuanto a lo que comemos, el modo en que viajamos o las fuentes de energía que utilizamos –por ejemplo, optar por el transporte público en lugar del coche particular y por alimentos de origen vegetal en detrimento de la carne roja– contribuirán a la reducción de las emisiones y de la contaminación acústica y mejorarán al mismo tiempo nuestra salud y nuestro bienestar.

Encontrará más información acerca de los contaminantes climáticos de vida corta en el documento de la OMS de información sobre políticas correspondiente.