Peste

23 de octubre de 2017 | Preguntas y respuestas

La peste es una enfermedad infecciosa que suele encontrarse en pequeños mamíferos y en las pulgas que los parasitan. Podemos contraerla cuando, tras ser picados por pulgas infectadas, se manifiesta la forma bubónica de la enfermedad. En ocasiones, las bacterias llegan a los pulmones y la peste bubónica evoluciona a peste neumónica o pulmonar. La peste se puede transmitir entre personas por inhalación de gotículas respiratorias infectadas emitidas por una persona con peste neumónica. La enfermedad se puede curar con los antibióticos utilizados habitualmente, pero solo si se administran muy temprano, porque el curso de la enfermedad suele ser rápido.

Hay dos formas principales de peste, en función de la vía de infección: bubónica y neumónica. Todas las formas se pueden tratar y se curan si se detectan a tiempo.

  • La peste bubónica, que es la forma más frecuente en el mundo, puede contraerse tras la picadura de una pulga infectada. El bacilo de la peste, Y. pestis, entra en el organismo en el momento de la picadura y se desplaza por el sistema linfático hasta el ganglio linfático más cercano, donde se multiplica. El ganglio linfático inflamado, tenso y doloroso se denomina «bubón». En las fases avanzadas de la enfermedad, los ganglios linfáticos inflamados pueden convertirse en llagas abiertas supurantes. La peste bubónica raramente se transmite entre personas. Sin embargo, puede evolucionar y diseminarse a los pulmones, causando una forma más grave de la enfermedad denominada peste neumónica.

  • La peste neumónica o pulmonar es la forma más virulenta. El periodo de incubación puede ser de tan solo 24 horas. Cualquier persona con peste neumónica puede transmitir la enfermedad a otras personas a través de gotículas respiratorias. En ausencia de un diagnóstico y un tratamiento precoces, esta forma es mortal. Sin embargo, las tasas de curación son altas si la enfermedad se detecta y se trata a tiempo (dentro de las 24 horas posteriores a la aparición de los síntomas).

 

Los síntomas suelen ser fiebre de aparición súbita, escalofríos, dolor de cabeza y dolores generalizados, debilidad, náuseas y vómitos. En el caso de la forma bubónica, se produce también una inflamación dolorosa de los ganglios. En la forma neumónica, los síntomas, que aparecen poco después de la infección (a veces en menos de 24 horas), son graves y de tipo respiratorio, como dificultad para respirar y tos, a menudo con restos de sangre en el esputo.

La peste bubónica es la forma más frecuente, pero no se transmite fácilmente entre personas. En algunos casos evoluciona a peste neumónica, lo cual significa que la infección se ha extendido a los pulmones. La peste neumónica se puede transmitir de una persona a otra al toser. La forma bubónica tiene una tasa de letalidad del 30% al 60%, y la neumónica resulta invariablemente mortal en ausencia de tratamiento. Las tasas de curación de ambos tipos de peste son elevadas cuando se tratan a tiempo.

Para prevenir la propagación de la peste neumónica, se debe evitar el contacto estrecho (a menos de 2 metros) con cualquier persona que tosa, además de reducir el tiempo que se pasa en las áreas de gran afluencia de gente. Para evitar el contagio de la peste bubónica, no se han de tocar animales muertos y se debe utilizar un repelente de insectos en las zonas donde la enfermedad es endémica.

Si se presenta fiebre de aparición súbita, escalofríos, dolor e inflamación en los ganglios linfáticos o dificultad para respirar con tos y/o restos de sangre en el esputo, es necesario ponerse en contacto de inmediato con un profesional de atención sanitaria para someterse a una evaluación (las personas que se desplazan desde zonas afectadas por la peste deben informar de ello al trabajador sanitario que les atienda). Se ha de evitar la automedicación y no se deben tomar antibióticos si no los ha recetado un trabajador sanitario.

Los trabajadores sanitarios evalúan los casos a partir de los síntomas. La enfermedad se confirma realizando análisis en el laboratorio de una muestra de sangre, esputo (una secreción líquida que se produce en los pulmones y se arroja al toser) o pus de un bubón.

La peste se puede tratar con antibióticos que, por lo general, curan la enfermedad si se empiezan a administrar temprano. En las zonas afectadas por un brote, las personas que presenten síntomas deben acudir a un centro de salud para ser evaluadas y tratadas. Cuando a una persona se le diagnostica peste neumónica, se la debe aislar para que la trate personal médico debidamente formado y que lleve un equipo de protección personal.

Depende del nivel de exposición a los enfermos de peste. Si lo desean, las personas que viven en lugares afectados por esta enfermedad pueden llevar máscaras, pero deben usarlas y desecharlas debidamente para que no se conviertan en una fuente de infección. Las máscaras pueden ayudar a reducir la propagación de la peste neumónica, pero deben utilizarlas correctamente tanto los enfermos (para reducir la propagación de gotículas) como los trabajadores sanitarios (para protegerse a sí mismos).

Las personas que estén en contacto estrecho con el cuerpo de una persona muerta después de contraer la peste pueden infectarse. Esto puede ocurrir, por ejemplo, al preparar el cuerpo para su entierro. La fuente de infección son las bacterias que siguen estando en los fluidos corporales.

Enlaces conexos

Nota descriptiva sobre la peste