Cultivo de tabaco: desmitificación
23 de mayo de 2023 | Preguntas y respuestas
HECHO: En la mayoría de los países, el cultivo de tabaco representa menos del 1% del PIB.
La industria tabacalera suele destacar la contribución económica del cultivo de tabaco a las economías locales y nacionales, a las cifras de empleo y a la balanza comercial nacional para impedir que los gobiernos adopten políticas nacionales de control del tabaco firmes destinadas a proteger la salud de su población.
En realidad, no existe una relación directa entre el cultivo de tabaco y la demanda de hojas de tabaco registrada en el país. De hecho, el carácter mundial de la producción de tabaco y del comercio internacional permite importar hojas de tabaco de cualquier país del mundo. El valor económico del tabaco como negocio rentable y mercado de exportación seguro es también un argumento habitual contra el cambio a cultivos alternativos.
Un gran número de economías productoras de tabaco se enfrentan a la inseguridad alimentaria y dependen de otros países para obtener alimentos. Utilizan las divisas obtenidas de la exportación de hoja de tabaco para comprar alimentos cuando disponen de tierras para cultivarlos ellos mismos.
Muchos gobiernos conceden créditos y préstamos, o importantes subvenciones, para apoyar el cultivo de tabaco, por lo que están pagando a empresas transnacionales extranjeras que ya obtienen grandes beneficios.
Los agricultores de muchos países reciben subvenciones públicas para el tabaco, lo que va en contra del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco (CMCT de la OMS) (por ejemplo, Macedonia del Norte, Líbano, etc.). Sin embargo, las investigaciones demuestran sistemáticamente que muchos agricultores sobrestiman lo que ganan con el tabaco y cuánto cuesta producirlo. Los agricultores y los gobiernos harían mejor en explorar otros cultivos más rentables para los agricultores.
HECHO: El cultivo de tabaco contribuye a la desigualdad de género y a menudo explota la mano de obra infantil.
Las mujeres suelen ser las principales trabajadoras de las explotaciones de tabaco y se ven obligadas a trabajar largas jornadas, además de realizar las tareas domésticas rutinarias y cuidar de los hijos. Por lo tanto, están más expuestas a los riesgos para la salud derivados de manipular hojas de tabaco en verde y sustancias químicas pesadas, así como a la exposición al humo de tabaco durante el proceso de curado.
Se calcula que 1,3 millones de niños de hogares pobres faltan a menudo a la escuela para ayudar a sus familias a cultivar tabaco. Esta tarea suele consistir en mezclar y aplicar plaguicidas, cosechar hojas de tabaco a mano y atarlas a palos para que se sequen, y clasificar el tabaco seco, exponiendo así a los niños tanto a sustancias químicas nocivas como a la nicotina.
HECHO: Los pequeños productores son agricultores a pequeña escala que gestionan superficies que oscilan entre menos de una hectárea y 10 hectáreas, dependen principalmente de la mano de obra familiar para la producción y destinan parte de lo que obtienen al consumo familiar. No obstante, la industria tabacalera se dirige a los pequeños agricultores para que planten un cultivo que no se puede consumir como alimento y con el que se gana poco dinero para el hogar.
Los pequeños agricultores de los países de ingresos bajos y medianos suelen ser contratados para cultivar tabaco mediante acuerdos jurídicos suscritos con grandes empresas multinacionales o sus intermediarios, en virtud de los cuales los precios y las calidades del tabaco son determinados por el comprador, lo que deja a los agricultores poco margen de negociación. En la mayoría de los casos, los compradores subvaloran la hoja de tabaco y, por tanto, le asignan un precio bajo, al tiempo que inflan el costo de los insumos, lo que perjudica aún más a los agricultores. Los precios de la hoja de tabaco también han descendido desde 2013, lo que deja a los agricultores sumidos en una producción intensiva en mano de obra con beneficios muy bajos para el tiempo dedicado al cultivo.
La evidencia demuestra que los costos laborales del cultivo de tabaco son enormes, tanto como el doble de la mano de obra necesaria para producir otros cultivos similares. El número de horas necesarias para cultivar tabaco no se traduce en grandes beneficios para los agricultores. La intensidad de mano de obra del cultivo de tabaco también significa que los agricultores no tienen tiempo para obtener certificados de educación o desarrollar habilidades que les permitan trabajar en otras áreas donde podrían ganar más dinero para la familia.
Además, el costo de las semillas, los fertilizantes, la leña para combustible y el alquiler o la compra de tierras es elevado y a menudo no se tiene en cuenta a la hora de evaluar la rentabilidad del cultivo de tabaco. Con frecuencia, la industria tabacalera adelanta el costo de los mismos, que luego se deduce del pago de los agricultores al final de la temporada. Debido a este tipo de acuerdo contractual, los agricultores acaban desfavorecidos, dependientes y atrapados en un círculo vicioso de endeudamiento, incapaces de obtener un precio justo por su producto. Las empresas tabacaleras pueden hacerlo porque en la mayoría de los países no existen programas de crédito rural para otros cultivos.
También es importante señalar que el cultivo de tabaco carga a los agricultores con problemas de salud que pueden ser exclusivos de esta actividad, como la enfermedad del tabaco en verde, además de aumentar los gastos generales de atención de salud de los hogares.
HECHO: Numerosos estudios y proyectos piloto han demostrado que existe una serie de cultivos alimentarios alternativos viables o diversas combinaciones de cultivos que proporcionan a los agricultores unos ingresos similares o superiores a los del cultivo de tabaco.
El tabaco suele plantarse en tierras fértiles que serían muy productivas si se utilizaran para cultivos alternativos. Algunos ejemplos de alternativas al tabaco más sanas y sostenibles son los frijoles con alto contenido en hierro, el girasol, los boniatos, el maíz, el sorgo, el arroz y las hortalizas verdes.
El éxito de las iniciativas de cultivos alternativos depende de la disponibilidad de estructuras de mercado locales que apoyen a los pequeños productores con acceso limitado a prácticas de gestión de la calidad normalizadas. Esto pone de relieve la importancia del apoyo gubernamental para configurar los mercados de alternativas, facilitando así que los agricultores abandonen el tabaco.
HECHO: Los agricultores cultivan tabaco porque les prometen altos rendimientos y beneficios a largo plazo, pero acaban firmando contratos con empresas tabacaleras o de compra de hoja, lo que significa que tienen unos ingresos bajos pero garantizados por la hoja de tabaco. Al mismo tiempo, acaban atrapados en un círculo vicioso en el que pasan a depender de la industria tabacalera o de sus grupos de fachada.
Es importante que los gobiernos proporcionen el apoyo necesario a los cultivadores de tabaco para que opten por cadenas de valor alternativas que resulten viables. En muchos países productores de tabaco, el crédito es escaso y tanto los gobiernos como los agricultores siguen percibiendo el cultivo de tabaco como una fuente de ingresos o efectivo para generar ingresos con los que sufragar, por ejemplo, las necesidades educativas y en materia de salud de los agricultores.
Cada vez son más los planes que ofrecen opciones alternativas de crédito y banca a los agricultores, y es necesario revisarlos para no facilitar créditos al cultivo de tabaco y garantizar que se desvían a cultivos alternativos. Estas medidas, junto con la eliminación de las subvenciones directas al cultivo de tabaco, reducirán la dependencia de los agricultores de este producto.
HECHO: La International Tobacco Growers Association (ITGA) fue creada por las empresas tabacaleras. Es un grupo de fachada de la industria tabacalera.
La ITGA y otros grupos de fachada similares utilizan a los cultivadores de tabaco para representar los intereses de un pequeño número de fabricantes multinacionales de productos del tabaco con el fin de «desarrollar el grupo de presión agrícola». Este grupo de cabildeo induce a la opinión pública a favorecer a la industria tabacalera e influye en los responsables políticos para debilitar las políticas de control del tabaco.
Más información sobre los grupos de presión de la industria tabacalera en:
https://tobaccotactics.org/article/Lobby-Groups/ (en inglés)
https://exposetobacco.org/tobacco-industry-allies/ (en inglés)
HECHO: El cultivo de tabaco provoca graves daños ambientales, como la contaminación del agua, la degradación del suelo y la deforestación.
El cultivo de tabaco representa alrededor del 5% de la deforestación total, lo que contribuye aún más a las emisiones de CO2 y al cambio climático. Para dejar espacio a los cultivos de tabaco, hay que talar árboles y desbrozar la tierra. Se necesita aproximadamente un árbol para fabricar 300 cigarrillos. Este hecho conduce a la desertificación y al hambre, ya que en algunas de estas regiones la tierra fértil para cultivar alimentos es limitada. Cada año se deforestan unas 200 000 hectáreas de tierra para la agricultura y el curado del tabaco, lo que equivale al tamaño de Mauricio (204 000 hectáreas).
La industria tabacalera no suele informar de los riesgos para el medio ambiente derivados de la producción de hojas de tabaco. Restar importancia a las repercusiones para la salud y ambientales del cultivo de tabaco es una táctica que la industria tabacalera utiliza para promover sus intereses.
HECHO: Se calcula que 1,3 millones de niños trabajan en el cultivo de tabaco.
La industria tabacalera da una falsa impresión de que lucha contra el trabajo infantil emprendiendo las llamadas iniciativas de responsabilidad social empresarial y autoinformando de sus iniciativas contrarias a la mano de obra infantil. Una de estas iniciativas es la Fundación para la erradicación del trabajo infantil en plantaciones de tabaco (Fundación ECLT), que cuenta con miembros de los consejos de administración procedentes de British American Tobacco, Imperial Brands y Japan Tobacco International, entre otros. Estas estratagemas de la industria están destinadas en gran medida a protegerla de los grupos de defensa de los derechos humanos, ya que millones de niños siguen trabajando en las plantaciones de tabaco.
Iniciativas de responsabilidad social empresarial como la Fundación ECLT eclipsan soluciones genuinas y socavan las estrategias de diversificación, ahogan las voces de las partes interesadas y permiten a la industria tabacalera eludir su culpabilidad.
HECHO: Dada la naturaleza mundial del comercio de tabaco, no existe una relación directa entre las cuestiones relacionadas con la oferta, como el cultivo de tabaco, y las medidas de reducción de la demanda destinadas a proteger a las generaciones actuales y futuras del consumo de tabaco.
La política de control del tabaco propicia un lento cambio gradual. La actual generación de cultivadores de tabaco podrá jubilarse o diversificarse poco a poco sin perder repentinamente su medio de vida. Las políticas de control del tabaco también protegerán la salud de los agricultores, sus familias y comunidades.
La verdadera fuente de vulnerabilidad de los cultivadores de tabaco es su escaso poder de negociación frente a las grandes empresas tabacaleras multinacionales capaces de acabar con el cultivo de tabaco de un país con efecto inmediato. La diversificación y la obtención de ingresos alternativos protegerían contra esa vulnerabilidad.
HECHO: La industria tabacalera utiliza muchas tácticas de falso ecologismo para minimizar el impacto adverso del cultivo de tabaco en el medio ambiente (como la contaminación del agua, el agotamiento del suelo y la deforestación) y en la salud y el bienestar de las comunidades agrícolas (la enfermedad del tabaco en verde provocada por las hojas de tabaco y el hecho de que los niños no vayan a la escuela y trabajen en las granjas).
La industria tabacalera emplea actividades de responsabilidad social empresarial con el fin de desviar la atención de los perjuicios que ocasiona el cultivo de tabaco. La industria ha creado varias organizaciones y programas que tienen como objetivo apoyar los medios de subsistencia de las comunidades productoras de tabaco mediante métodos de diversificación de cultivos y planes destinados a mejorar el nivel de vida de los agricultores. Introducir nuevos cultivos mientras se sigue plantando tabaco no elimina los riesgos de este cultivo. Con estas acciones pretenden desviar la atención de la opinión pública de los costos reales que conlleva el cultivo de tabaco, como los efectos en la salud, la degradación ambiental y la pobreza.
Otras iniciativas de falso ecologismo, como la plantación de árboles, sirven para no centrar la atención en las prácticas perjudiciales para el medio ambiente de la industria y le ayudan a no tener que rendir cuentas, así que plantar unos cuantos árboles para obtener una cosecha rápida no sustituirá la calidad natural de los bosques milenarios que se talan cada año para curar la hoja de tabaco.
HECHO: El consumo de tabaco es el factor de riesgo más prevenible de muerte prematura por enfermedades no transmisibles (ENT) como el cáncer, los trastornos respiratorios, las cardiopatías, etc. Las ENT representan la mayor parte de los costos de atención médica que afectan a la mayoría de las economías, incluidos los países de ingresos bajos y medianos y los países menos adelantados.
El CMCT de la OMS proporciona un conjunto de medidas generales y habilitadoras encaminadas a reducir el consumo de tabaco, mediante la adopción de soluciones basadas en la evidencia. Más de 180 países han adoptado el CMCT de la OMS a fin de alcanzar el objetivo de salud para todos.
La OMS apoya los esfuerzos mundiales para lograr una mejor salud para todos, incluida la rápida aplicación del CMCT de la OMS en consonancia con los compromisos de los ODS, en particular la meta 3a.
Esto significa ayudar a los agricultores a cultivar productos sanos y sostenibles para ellos y sus comunidades. Los datos demuestran que los ingresos y el bienestar de los cultivadores de tabaco podrían mejorar si se diversificaran abandonando el tabaco en favor de cultivos alimentarios.
Los gobiernos, las organizaciones internacionales, las ONG y las empresas privadas deben colaborar para ayudar a los agricultores a diversificar su producción, sustituyendo el tabaco por cultivos alimentarios sanos y facilitándoles el acceso a mercados más rentables.
En el artículo 17 del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco se establece que «las Partes, en cooperación entre sí y con las organizaciones intergubernamentales internacionales y regionales competentes, promoverán según proceda alternativas económicamente viables para los trabajadores, los cultivadores y eventualmente, los pequeños vendedores de tabaco». El CMCT de la OMS no pretende penalizar a los cultivadores y trabajadores del sector del tabaco, sino promover alternativas económicamente viables para los trabajadores, los cultivadores y, eventualmente, los pequeños vendedores de tabaco, que se verán afectados por la reducción en el consumo del tabaco.