Directrices mundiales de la OMS sobre la calidad del aire

22 de septiembre de 2021 | Preguntas y respuestas

La versión actualizada de las Directrices mundiales de la OMS sobre la calidad del aire (DCA) contiene recomendaciones relativas a niveles indicativos sobre la calidad del aire, así como metas intermedias referidas a seis contaminantes clave del aire.

La versión actualizada de las Directrices mundiales de la OMS sobre la calidad del aire (DCA) contiene recomendaciones relativas a niveles indicativos sobre la calidad del aire, así como metas intermedias referidas a seis contaminantes clave del aire. Además, ofrece declaraciones cualitativas sobre buenas prácticas para gestionar determinados tipos de partículas en suspensión (PM, por su sigla en inglés), por ejemplo, el carbono negro/carbono elemental, las partículas ultrafinas y las partículas procedentes de tormentas de arena y polvo, de las que no hay pruebas cuantitativas suficientes para calcular unos niveles que puedan indicarse en las DCA. 

Basándose en las abundantes pruebas científicas actualmente disponibles, estas directrices indican los niveles de calidad del aire necesarios para proteger la salud pública en todo el mundo. Las DCA también sirven de referencia para evaluar si la exposición de una determinada población supera los niveles que podrían causar problemas de salud, y en qué medida supera esos niveles. Las DCA abarcan algunos de los contaminantes más sujetos a vigilancia y críticos para la salud, acerca de los cuales se ha avanzado más en los últimos 15 años para demostrar cómo afecta a la salud exponerse a ellos. Las directrices se centran en los denominados contaminantes clásicos, las partículas en suspensión (PM₂,₅ y PM₁₀), el ozono (O₃), el dióxido de nitrógeno (NO₂), el dióxido de azufre (SO₂) y el monóxido de carbono (CO). Las medidas que se adoptan para reducir la presencia de estos contaminantes clásicos también afectan a otros contaminantes. 

Las autoridades pueden utilizar los niveles indicativos para determinados contaminantes como una referencia basada en pruebas que les ayude a establecer normas y objetivos jurídicamente vinculantes para la gestión de la calidad del aire a nivel internacional, nacional y local. Estos niveles indicativos también son un instrumento práctico para diseñar medidas eficaces que permitan reducir las emisiones y concentraciones de contaminantes, y con ello proteger la salud de las personas. La OMS publica periódicamente estas DCA basadas en criterios de salud a fin de ayudar a los gobiernos y a la sociedad civil a reducir la exposición humana a la contaminación del aire y a disminuir los efectos adversos que esta provoca.

Desde que se publicó la última actualización de alcance mundial en 2005, se ha producido un notable incremento de la calidad y la cantidad de las pruebas que demuestran cómo afecta la contaminación del aire a distintos aspectos de la salud. Por ello, tras realizar una revisión sistemática de las pruebas acumuladas, algunos de los valores que figuran en la versión actualizada de las DCA son inferiores a los indicados hace 15 años. Además, ahora se conocen mejor tanto las fuentes de emisión como la contribución de los contaminantes del aire a la carga mundial de morbilidad. 

Comparación entre los niveles recomendados en las DCA de 2021 y las de 2005

Contaminante Periodo de cálculo del promedio DCA de 2005 Nivel indicado en las DCA de 2021
PM₂,₅, µg/m³ Anual 10 5
24 horasᵃ 25 15
PM₁₀, µg/m³ Anual 20 15
24 horasᵃ 50 45
O₃, µg/m³ Temporada picoᵇ 60
8 horasᵃ 100 100
NO₂, µg/m³ Anual 40 10
24 horasᵃ 25
SO₂, µg/m³ 24 horasᵃ 20 40
CO, mg/m³ 24 horasᵃ 4

µg = microgramos

ᵃ Percentil 99 (es decir, se contempla que el nivel indicado se supere durante tres o cuatro días al año).

ᵇ Promedio de la media octohoraria máxima diaria de concentración de O₃ en los seis meses consecutivos con el mayor promedio móvil de seis meses de concentración de O₃.

Nota: Las exposiciones anuales y de temporada pico son prolongadas, mientras que las de 24 horas y de 8 horas son breves. 

En comparación con las anteriores directrices de la OMS sobre la calidad del aire, esta nueva versión:

  • utiliza nuevos métodos para la síntesis de pruebas y la elaboración de las directrices;
  • refuerza las pruebas referentes a los efectos sobre la salud;
  • mejora la certidumbre de las pruebas referentes a los efectos sobre la salud que se producen a niveles más bajos con respecto a los conocimientos previos a este respecto;
  • incluye nuevos niveles, como el de O₃ en temporada pico y los de NO₂ y CO durante 24 horas, así como algunas metas intermedias nuevas;
  • ofrece nuevas declaraciones de buenas prácticas para gestionar determinados tipos de PM (es decir, carbono negro/carbono elemental, partículas ultrafinas y partículas procedentes de tormentas de arena y polvo). 

 

La contaminación del aire es la contaminación del aire que respiramos, tanto en zonas interiores como exteriores, debida a cualquier agente químico, físico o biológico que pueda amenazar la salud humana y del ecosistema. Algunos de los contaminantes de los que hay pruebas más sólidas de que son perjudiciales para la salud pública son las partículas en suspensión (PM), el ozono (O₃), el dióxido de nitrógeno (NO₂), el dióxido de azufre (SO₂) y el monóxido de carbono (CO). Los riesgos para la salud que provocan las PM de diámetro menor o igual a 2,5 micras (µm) (PM₂,₅) son de especial relevancia para la salud pública. Las PM₂,₅ y las PM₁₀ son capaces de adentrarse profundamente en los pulmones, y las PM₂,₅ pueden incluso llegar al torrente sanguíneo, lo que puede dar lugar, principalmente, a problemas cardiovasculares y respiratorios. En 2013, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) de la OMS clasificó como carcinógenas la contaminación del aire en espacios exteriores y las PM. 

La contaminación del aire proviene de numerosas fuentes de emisión, que son tanto naturales como antropógenas (resultantes de la actividad humana). Si bien las principales fuentes de contaminación del aire antropógena pueden variar de un lugar a otro, entre ellas figuran los sectores energético y del transporte, las cocinas y las calefacciones domésticas, los vertederos de desechos y las actividades industriales y agropecuarias. La combustión es la mayor fuente de contaminación del aire, en particular la combustión ineficiente de combustibles fósiles y de biomasa destinada a producir energía. Otras fuentes de contaminación importantes de los espacios interiores son el uso de combustibles sólidos y queroseno en estufas de calefacción y cocinas sin ventilación, la combustión de tabaco y la combustión destinada a otros fines, como las prácticas culturales o religiosas. 

La elaboración de las directrices de la OMS se ajusta a un riguroso proceso de revisión y evaluación de pruebas, y en ella participan varios grupos de expertos cuyas funciones están claramente definidas. Un grupo de elaboración de directrices define el alcance y los elementos clave de las directrices y elabora las recomendaciones a partir del conjunto de pruebas facilitado por el equipo de revisión sistemática. Asimismo, un grupo de revisión externa aporta sus valiosas observaciones, y el grupo directivo de la OMS, que está integrado por personal de todas sus regiones, supervisa la ejecución del proyecto. En el caso de las DCA, se seleccionaron más de 500 documentos para su revisión sistemática y posterior síntesis, a fin de hallar las pruebas más recientes que permitieran establecer los nuevos niveles que figuran en dicho texto.

Estas directrices no ofrecen recomendaciones sobre ningún tipo de exposición múltiple. En el día a día, es habitual que la gente esté expuesta de forma simultánea a una mezcla de contaminantes del aire. La OMS es consciente de la necesidad de elaborar modelos integrales que permitan cuantificar los efectos de las exposiciones múltiples sobre la salud humana. Sin embargo, habida cuenta de que el principal acervo de pruebas sobre la calidad del aire y la salud se sigue centrando en los efectos que provocan los diversos contaminantes del aire por separado sobre los resultados de salud, las presentes directrices ofrecen recomendaciones particularizadas para cada uno de esos contaminantes.

La exposición a la contaminación del aire exterior y doméstico tiene asociada una elevada, y cada vez mayor, carga de morbilidad. Ese fenómeno se debe, en parte, al incremento de la exposición en los países de ingresos bajos y medianos, pero también en parte al rápido aumento de la prevalencia de las enfermedades no transmisibles (ENT) que se produce en todo el mundo a consecuencia del envejecimiento de la población y de los cambios en los estilos de vida. La contaminación del aire incrementa especialmente la morbilidad y la mortalidad debidas a las enfermedades cardiovasculares y respiratorias no transmisibles que constituyen las principales causas de muerte a nivel mundial; asimismo, aumenta la carga de morbilidad causada por las infecciones de las vías respiratorias inferiores y favorece que se produzcan partos prematuros y otras causas de muerte entre niños y lactantes, que siguen siendo una de las principales causas de la carga de morbilidad de los países de ingresos bajos y medianos. 

Según las estimaciones de la OMS, alrededor de 7 millones de muertes prematuras, provocadas principalmente por enfermedades no transmisibles, pueden atribuirse a los efectos combinados de la contaminación del aire exterior y doméstico. Las evaluaciones mundiales de la contaminación del aire exterior sugieren que, por sí sola, provoca la pérdida de cientos de millones de años de vida con salud, y la mayor carga de morbilidad atribuible a esa contaminación se observa en los países de ingresos bajos y medianos. 

Aunque en los países de ingreso alto la calidad del aire ha ido mejorando de forma gradual, en muchas zonas las concentraciones de diversos contaminantes siguen superando los niveles indicados en las DCA de la OMS de 2005. En 2019, más del 90% de la población mundial vivía en zonas donde los niveles de concentración superaban los indicados en las directrices de la OMS sobre la calidad del aire de 2005 para exposiciones prolongadas a PM₂,₅. En general, en la mayoría de los países de ingresos bajos y medianos la calidad del aire se ha deteriorado debido a la urbanización a gran escala y a un desarrollo económico que se ha basado, en gran medida, en la combustión ineficiente de combustibles fósiles, como el carbón, además de la industria y el uso ineficiente de combustibles residenciales. Sin embargo, a nivel mundial están aumentando las desigualdades en materia de exposición a la contaminación del aire, sobre todo porque esta afecta de manera creciente a los países de ingresos bajos y medianos.

La exposición a los contaminantes del aire depende en gran medida de sus concentraciones ambientales. Por ejemplo, las concentraciones ambientales de PM₂,₅ varían mucho entre las diversas regiones del mundo y dentro de ellas. Cabe destacar que en 2019 más del 90% de la población mundial vivía en zonas donde el nivel de concentración superaba el indicado en las DCA de la OMS de 2005, a saber, 10 µg/m³; además, dado que en las DCA de 2021 se ha rebajado ese nivel, en todos los países se producirá un aumento de la carga de morbilidad atribuible a esa causa. En 2019, las mayores concentraciones anuales de PM₂,₅ ponderadas en función de la población se registraron en las regiones de la OMS de Asia Sudoriental y del Mediterráneo Oriental, por este orden. También se observaron concentraciones elevadas en algunos países de África Occidental, en gran parte debido al polvo del Sahara. El polvo del desierto arrastrado por el viento favorece que se produzcan exposiciones a partículas mayores de 10 µm que en ocasiones pueden alcanzar valores muy elevados. Este fenómeno es una cuestión importante en muchas zonas áridas de Oriente Medio, África Septentrional y el desierto de Gobi, entre otros lugares. 

Muchos de los países que presentaban los niveles más bajos de exposición a PM₂,₅ a escala nacional se encontraban en las regiones de la OMS de las Américas y de Europa. La concentración media mundial de PM₂,₅ ponderada en función de la población muestra unas tendencias relativamente estables, que reflejan, por un lado, la disminución de la exposición en las regiones de Europa, las Américas y, recientemente, algunas partes de la Región del Pacífico Occidental, y por otro, el aumento de la exposición en otros sitios. 

Las DCA ofrecen una orientación sólida basada en pruebas para proteger la salud pública de la contaminación del aire. Aunque las directrices no son recomendaciones jurídicamente vinculantes, las autoridades las pueden utilizar como un instrumento de referencia basado en pruebas que les ayude a establecer normas y objetivos que sí sean jurídicamente vinculantes para la gestión de la calidad del aire a nivel internacional, nacional y local. También pueden servir a los investigadores académicos y a las autoridades nacionales y locales que se dedican al amplio ámbito de la contaminación del aire para realizar la planificación y las evaluaciones del impacto, y a su vez podrían estimular las actividades de investigación y seguimiento. Asimismo, pueden utilizarse como un instrumento de promoción para proteger la salud pública frente a la contaminación del aire, por ejemplo, por parte de la sociedad civil y los grupos académicos.

  • Los niveles indicados en las DCA son recomendaciones cuantitativas basadas en pruebas, y se fundamentan en la realización de una revisión sistemática de las evidencias que demuestran los efectos adversos para la salud (también mediante una indicación de la forma de la función concentración‑respuesta) que provocan las PM₂,₅, las PM₁₀, el NO₂, el O₃, el SO₂ y el CO, para los periodos de cálculo del promedio pertinentes, y en relación con los resultados críticos para la salud.
  • Las metas intermedias sirven para orientar las medidas de reducción hacia la consecución definitiva y oportuna de los niveles indicados en las DCA. El cumplimiento de las metas intermedias puede suponer un gran beneficio para la salud, especialmente en aquellas regiones donde las exposiciones están muy por encima de esas metas. 
  • Las declaraciones de buenas prácticas ofrecen una ayuda para gestionar determinados tipos de partículas en suspensión (es decir, el carbono negro/carbono elemental, las partículas ultrafinas y las partículas procedentes de tormentas de arena y polvo) en aquellos casos en que las DCA no pueden establecer niveles numéricos debido a la ausencia de pruebas cuantitativas que demuestren con claridad los efectos independientes que provocan esos contaminantes sobre la salud. 

 

>La consecución de los niveles recomendados en las DCA aportará beneficios importantes para la salud en todo el mundo. La OMS ha realizado un análisis rápido de posibles situaciones para evaluar los beneficios para la salud que puede generar la mejora de las concentraciones anuales de partículas en suspensión en el ambiente, en caso de que se alcancen los niveles indicados en las DCA. Alrededor del 80% de las muertes que se atribuyen a la exposición a las PM₂,₅ en todo el mundo podrían evitarse si los países alcanzaran el nivel anual indicado en las DCA para ese tipo de partículas. El hecho de cumplir las metas intermedias también ofrece importantes beneficios para la salud. Por ejemplo, alcanzar la meta intermedia 4 relativa a las PM₂,₅ (que está fijada en el mismo nivel que en las DCA de 2005) supondría una disminución de casi el 48% del total de muertes atribuidas a la exposición a ese tipo de partículas. El mayor impacto de ese cumplimiento se observaría en las regiones de Asia Sudoriental y de África (con unas reducciones del 57% y del 60%, respectivamente).

Los resultados demuestran claramente que se produce una reducción importante de la carga de morbilidad estimada, aunque otros análisis pueden arrojar estimaciones diferentes por haber realizado supuestos distintos. El análisis de posibles situaciones realizado por la OMS demostró que, si se alcanzaran las metas intermedias, los mayores logros en términos de reducción de la carga de morbilidad se observarían en los países muy poblados donde existen altas concentraciones de PM₂,₅. En el caso de los países de ingreso alto los resultados son muy distintos, dado que la mayoría de ellos ya presentan unas concentraciones ambientales de PM₂,₅ inferiores a los niveles de las metas intermedias. 

La mala calidad del aire es un factor de riesgo importante para las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, tanto agudas (por ejemplo, la neumonía) como crónicas (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o los accidentes cerebrovasculares). Se cree que las personas que padecen afecciones subyacentes corren un riesgo mayor de desarrollar una enfermedad grave en caso de infección por el virus de la COVID‑19; por tanto, es muy probable que la contaminación del aire sea un factor que contribuya a la carga de morbilidad provocada por la COVID‑19. 

Sin embargo, durante la pandemia mundial de COVID‑19 las ciudades experimentaron una reducción importante, aunque breve, de las concentraciones de contaminantes del aire. Esta reducción afectó de forma más notable a los óxidos de nitrógeno (NOₓ), un contaminante muy vinculado al tráfico, que se vio severamente limitado por las medidas de confinamiento. Los datos europeos han puesto de manifiesto que en algunas ciudades se produjeron reducciones de los niveles de NO₂ de alrededor del 50%, y en algunos casos de hasta el 70%, con respecto a los valores observados antes del confinamiento. 

Si bien la COVID‑19 ha sido una tragedia, también cabe señalar que las medidas adoptadas para responder a ella han demostrado que las políticas relacionadas con el transporte, así como la forma de la gente de trabajar, estudiar y consumir, pueden contribuir a mejorar la calidad del aire. Este hecho se debería tener en cuenta a la hora de definir las políticas de recuperación para la etapa posterior a la pandemia en las que ya trabajan muchos países.

Algunos contaminantes del aire, sobre todo el carbono negro (un componente de las PM) y el ozono troposférico (a nivel del suelo), también son contaminantes climáticos de vida corta, que guardan relación tanto con los efectos sobre la salud como con el calentamiento del planeta a corto plazo. Estos contaminantes permanecen en la atmósfera apenas unos días o meses, y su reducción no solo provoca beneficios indirectos para la salud, sino también para el clima. 

Casi todas las medidas orientadas a mejorar la calidad del aire pueden ayudar a mitigar el cambio climático, y a su vez, las medidas de mitigación del cambio climático pueden servir para mejorar la calidad del aire. En particular, la reducción o la eliminación progresiva del consumo de combustibles fósiles y de biomasa rebajará las emisiones de gases de efecto invernadero, así como de los contaminantes del aire que afectan a la salud. Si promovemos de forma conjunta la sostenibilidad del medio ambiente y la protección de la salud pública podemos lograr grandes avances para mitigar el cambio climático y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.