La historia de Jessica
Jessica Zucker, psicóloga clínica y escritora, EE.UU.
Como psicóloga clínica, me especializo desde hace más de una década en la salud reproductiva y la salud mental de la madre. No comprendí realmente la angustia y la tortuosidad de la aflicción de la que había oído hablar a mis pacientes hasta que experimenté personalmente un aborto a las 16 semanas de embarazo.
Después del aborto, leí atentamente los estudios y observé que la mayoría de las mujeres dicen tener sentimientos de vergüenza, fracaso y culpabilidad tras una pérdida del embarazo. Las pacientes habían compartido conmigo estos sentimientos durante nuestras sesiones, pero después de experimentar personalmente esta profunda pérdida, la indignación fue creciendo en mí: ¿por qué las mujeres se sienten tan solas, aisladas y con una autoestima tan baja cuando la ciencia afirma claramente que la pérdida del embarazo no es culpa suya?Creé la cuenta @IHadAMiscarriage en Instagram como un espacio donde las mujeres pueden publicar sus historias sobre la pérdida del embarazo y la vida posterior, con el fin de generar un sentimiento de comunidad, normalización y conexión. Quería crear lo que me gustaría que hubiera existido en el mundo cuando tuve mi aborto. Necesitamos un marco para nuestro duelo y para rendir homenaje a los bebés que hemos perdido, y a nosotras mismas. Para pasar del anticuado silencio a una cultura de apertura es fundamental contar nuestra experiencia. Quiero que las mujeres sientan, y no solo que sepan, que no están solas y que no deben avergonzarse de haber perdido un bebé.
Sabemos lo que hacer tras la pérdida de un padre o un abuelo, ya sea enviar una tarjeta, asistir al funeral o brindar apoyo. Sin embargo, cuando se trata de la pérdida de un miembro imaginario de la familia, no tenemos nada tangible a lo que recurrir. Como no tenemos rituales normalizados en nuestra cultura para rendir homenaje a estos seres, no sabemos qué hacer. Nos quedamos paralizados, nos volvemos introspectivos y nos sentimos muy a menudo solos.La sociedad está tan centrada en los «finales felices» que hay una tendencia a minimizar las pérdidas o a olvidarlas una vez que llega un bebé sano. Esta experiencia puede llevar a las mujeres y las familias a sentirse mucho más aisladas y excluidas de sus comunidades cuando experimentan la maternidad después de la pérdida de un bebé. No hay una fecha límite para el duelo. Un bebé sano ni sustituye ni borra nuestra pérdida. Pero nuestra cultura prefiere centrarse en el «lado positivo» (el nacido vivo) que reconocer al mismo tiempo el dolor.