La historia de Larai
Larai, 44 años, farmacéutica, Nigeria
«Mi aborto fue traumático. El personal médico contribuyó en gran medida a mi dolor a pesar de que yo también soy médica. Metieron mi primer bebé en una bolsa de plástico y la dejaron al lado de mi cama. Cogí la bolsa pensando que era material médico y vi que era mi bebé. La práctica aquí consiste en entregar el bebé muerto al padre para que se lo lleve para enterrarlo, pero como no permitieron ni a mi marido ni a mis familiares que vinieran a verme, tuve que coger al bebé yo misma y llevárselo a su padre. Es la sensación más insoportable que he tenido nunca.
El otro problema es la actitud cultural. En África, la gente piensa que puedes perder un bebé a causa de una maldición o brujería. En Kenya, la pérdida de un niño está rodeada de estigmas porque algunas personas piensan que hay algún problema con las mujeres que sufren varias pérdidas, que tal vez son promiscuas, y que se trata de un castigo de Dios. En la mayoría de las culturas africanas tradicionales, estos sentimientos se ven exacerbados porque el valor de la mujer a menudo viene determinado por el número de embarazos que lleva a término».