Radiactividad en los alimentos tras una emergencia nuclear
7 de julio de 2023 | Preguntas y respuestas
En circunstancias normales, estamos expuestos a fuentes de radiación a diario, que pueden tener un origen tanto natural como artificial. Todos los días inhalamos e ingerimos radionúclidos que están en el aire, los alimentos y el agua. La mayoría de ellos se encuentran de forma natural en nuestro entorno, pero hay una proporción muy baja que procede de fuentes artificiales relacionadas con las aplicaciones médicas e industriales de la irradiación.
Los alimentos pueden tener una radiactividad adicional si se han emitido materiales radiactivos al medio ambiente como resultado de una emergencia nuclear o radiológica. Estos materiales, ya estén en el aire o los transporten el agua de lluvia o la nieve, se pueden depositar en la superficie de los alimentos, como los vegetales, y en los piensos. Con el tiempo, los radionúclidos pueden pasar del suelo a los cultivos o a los animales y acumularse en los alimentos, y también pueden migrar a los ríos, los lagos y el mar, donde pueden absorberlos los peces y otros animales marinos que consume el ser humano.
En las emergencias nucleares o radiológicas, el consumo de alimentos contaminados con radionúclidos aumenta la radiactividad en el organismo y los riesgos para la salud asociados a la exposición a la radiación. El nivel de riesgo dependerá de los radionúclidos ingeridos y de la cantidad de radiactividad absorbida.
Por ejemplo, si se ingiere yodo radiactivo al tomar alimentos o bebidas contaminados o se inhala al respirar aire contaminado, se acumulará en la glándula tiroidea y aumentará el riesgo de contraer cáncer de tiroides, sobre todo en los niños. El yodo radiactivo pierde la mitad de su radiactividad (la denominada «vida media») al cabo de 8 días y deja de ser radiactivo (se desintegra) al cabo de unas semanas. Para que la tiroides no lo capte, se pueden tomar comprimidos de yoduro de potasio que contienen yodo estable a fin de saturar la glándula, de modo que no acumule yodo radiactivo (para más información sobre el bloqueo tiroideo con yodo consúltese este documento: https://www.who.int/es/publications/i/item/9789241550185).
En cambio, el isótopo radiactivo del cesio tiene una vida media de 30 años y permanece en el entorno durante muchos años. Además, se reparte por todo el organismo con más uniformidad que el yodo. Como ocurre con otros radionúclidos, la exposición al cesio radiactivo puede aumentar el riesgo de contraer determinados tipos de cáncer.
No, no todos los alimentos se ven afectados. Es poco probable que la radiactividad penetre en los productos envasados; por ejemplo, los alimentos enlatados o envueltos en plástico están protegidos, sobre todo si el envase es hermético, por lo que los alimentos enviados o envasados con fines comerciales antes de que se produzca la emergencia no estarán contaminados. Sin embargo, algunos alimentos que se fabriquen en las zonas donde se deposite material radiactivo podrían contaminarse y, por tanto, puede ser necesario hacer un seguimiento para realizar un análisis de riesgos. En función de los resultados de esta evaluación, los responsables pertinentes deberán adoptar medidas de mitigación basadas en la evidencia para mantener al nivel más bajo posible la dosis de radionúclidos ingerida por la población, aplicando criterios razonables.
Las sustancias radiactivas liberadas como consecuencia de una emergencia radiológica o nuclear pueden medirse en el medio ambiente por diversos métodos de detección. Algunas de las técnicas de alta sensibilidad disponibles en la actualidad son capaces de detectar cantidades muy pequeñas de radiactividad, como las presentes de forma natural en los alimentos. El muestreo debe centrarse en los principales alimentos que pueden causar la exposición, lo cual depende de su vulnerabilidad a la contaminación radiactiva y del lugar que ocupan en la dieta de la población en general y de los grupos más vulnerables, como los lactantes, los niños pequeños y las mujeres en edad fértil. Hay que tener en cuenta que la exposición a materiales radiactivos a través de los alimentos no solo depende de su concentración sino también de la cantidad de alimentos contaminados que se consuman, por lo que se deben considerar ambos aspectos.
En un país donde se declare una emergencia radiológica o nuclear, sus efectos en los alimentos y en la producción de estos dependerá de los tipos de radionúclidos y de la cantidad de radiactividad depositada o presente en las zonas donde se producen o cosechan los alimentos. La presencia de yodo radiactivo en los alimentos es un peligro inmediato tras una emergencia nuclear, pero no plantea problemas para el consumo a largo plazo porque este radionúclido tiene una vida media relativamente corta y se desintegra de forma natural en poco tiempo. En cambio, el cesio radiactivo persiste en el medio ambiente durante muchos años y puede afectar a largo plazo a la producción y la comercialización de alimentos, así a la salud de las personas.
En las emergencias nucleares se establece una zona donde evacuar a la población para que no se exponga de inmediato a niveles demasiado elevados de radiación que puedan afectar a su salud. Sin embargo, el material radiactivo emitido al medio ambiente puede contaminar las cadenas alimentarias y los alimentos más allá de esta zona más próxima al lugar del accidente, debido a que pasa del suelo a los cultivos, los animales y los piensos, incluso cuando los niveles de contaminación radiactiva son inferiores a los que pueden poner directamente en peligro la salud humana. Los organismos de reglamentación, teniendo en cuenta que los alimentos contaminados se pueden consumir durante periodos prolongados de modo que la dosis acumulada sea elevada, fijan las cantidades aceptables de radiactividad en los alimentos a niveles bajos.
Hay normas reconocidas internacionalmente que regulan los niveles de radionúclidos en los alimentos comercializados a nivel internacional tras una emergencia nuclear o radiológica. La Comisión FAO/OMS del Codex Alimentarius ha establecido niveles de referencia aplicables a los alimentos para adultos y niños. En los niveles de referencia del Codex se establece lo siguiente: «En cuanto se refiere a la protección radiológica general de los consumidores de alimentos, cuando los niveles de radionucleidos en los alimentos no exceden los correspondientes niveles de referencia, los alimentos deben ser considerados inocuos para el consumo humano».
En caso de que se superen los niveles de referencia, los gobiernos nacionales deben decidir si se distribuyen los alimentos dentro de su territorio o bajo su autoridad, y en qué condiciones. Por ejemplo, pueden adoptar valores distintos para el consumo interno cuando no se apliquen los supuestos relativos a la distribución de los alimentos que se utilizaron para determinar los niveles de referencia, por ejemplo, ante una contaminación radiactiva generalizada. En cuanto a los alimentos que se consumen en pequeñas cantidades, como las especias, representan un porcentaje bajo de la dieta global y, por tanto, contribuyen poco a aumentar la dosis total; los niveles de referencia de estos alimentos pueden multiplicarse por 10.
Los niveles de referencia de los radionúclidos en los alimentos figuran en la Norma general del Codex para los contaminantes y las toxinas presentes en los alimentos y piensos (CODEX STAN 193-1995). Para informarse mejor de las normas internacionales sobre la radiactividad en los alimentos y el agua potable, consúltense los documentos Criteria for radionuclide activity concentrations for food and drinking-water (2016) (TECDOC 1788) y Management of radioactivity in drinking-water (2018).
Tras una emergencia radiológica o nuclear, las autoridades nacionales deben controlar los productos alimentarios y restringir el consumo y la distribución de algunos de ellos en determinadas zonas si su contenido en radionúclidos supera los niveles considerados aceptables por la normativa local, de conformidad con las normas internacionales. Es conveniente que dichas autoridades informen de los resultados de los controles realizados y de las decisiones que adopten en relación con el consumo y la distribución de los alimentos.
Además de las normas del Codex para los alimentos comercializados después de una emergencia nuclear o radiológica mencionadas anteriormente, existen criterios acordados internacionalmente sobre la concentración de radionúclidos en los alimentos para los países donde se ha producido una emergencia radiológica, que figuran en los documentos siguientes:
- OIEA (2011). Criterios aplicables a la preparación y respuesta a situaciones de emergencia nuclear o radiológica. Normas de seguridad del OIEA, nº GSG-2. Patrocinada conjuntamente por la FAO, el OIEA, la OIT, la OMS y la OPS. Viena, Organismo Internacional de Energía Atómica (https://www-pub.iaea.org/MTCD/Publications/PDF/Pub1467s_web.pdf) y
- OIEA (2015). Preparación y respuesta para casos de emergencia nuclear o radiológica. Requisitos de Seguridad Generales Nº GSR Parte 7. Con el patrocinio conjunto de AEN/OCDE, FAO, INTERPOL, OACI, OCAH, OIEA, OIT, OMI, OMM, OMS, OPS, OTPCE, PNUMA. Viena, Organismo Internacional de Energía Atómica (https://www-pub.iaea.org/MTCD/Publications/PDF/P1708S_web.pdf).
Algunos países pueden aplicar medidas de control de los alimentos, como la exigencia de documentación para certificar la inocuidad o el origen geográfico de los alimentos, mientras que otros pueden suspender las importaciones de alimentos de la zona afectada o reforzar el control de estos midiendo su actividad radiactiva en los puntos de entrada.
Las medidas que deben adoptarse en caso de emergencia radiológica o nuclear son las mismas que se aplican a cualquier otra situación de emergencia que pueda dar lugar a la contaminación de los alimentos por materiales peligrosos. En las primeras etapas de una emergencia, siempre que no entrañen riesgos, se pueden tomar de inmediato medidas como las siguientes para evitar o reducir al mínimo dicha contaminación radiactiva:
- proteger los piensos o forrajes almacenados al aire libre y cubrirlos con láminas de plástico o lonas impermeables;
- no ventilar los invernaderos para proteger los cultivos de hortalizas;
- trasladar a los animales de los pastos a un cobertizo o establo;
- cosechar los cultivos maduros y resguardarlos antes de que se produzca la lluvia radiactiva; y
- no cosechar si ya se ha producido la precipitación y esperar a recibir más instrucciones una vez que se haya registrado el nivel de contaminación.
En las zonas donde se confirme una contaminación elevada deben considerarse otras medidas a corto, medio y largo plazo, como las siguientes:
- no consumir leche o verduras de producción local;
- no sacrificar animales;
- no recoger ni consumir animales y plantas acuáticos (por ejemplo, pescado, marisco y algas); y
- no cazar ni recoger setas u otros alimentos silvestres.
Sin embargo, consumir alimentos que se hayan envasado herméticamente antes del incidente, como los productos enlatados o envueltos en plástico, no entraña riesgos.
Habida cuenta de que los niños son más vulnerables a la radiación, es normal que, ante una emergencia radiológica en que se emitan sustancias radiactivas al entorno, las madres teman transferir la radiactividad a sus hijos a través de la leche materna.
Sin embargo, este problema solo se plantea en situaciones extremas, por ejemplo, en las poblaciones que viven cerca de la zona más afectada por las emisiones radiactivas, y se limita principalmente a la emisión de grandes cantidades de yodo radiactivo, ya que el riesgo de cáncer de tiroides es mayor en los lactantes amamantados que en sus madres. El bloqueo tiroideo mediante la administración oral de yodo estable, junto con el control de los alimentos y el agua potable, es una medida protectora importante cuando se hayan podido liberar grandes cantidades de yodo radiactivo. Los grupos en los que esta intervenciñón puede ser más útil son los niños, los adolescentes y las mujeres durante el embarazo y la lactancia. Las autoridades nacionales y locales deben asesorar sobre la aplicación en la práctica de estas y otras medidas de protección de la salud pública.